En su texto El bodegónico temprano Sifrizuela define, mediante sus características, eso que se puede llamar Bodegonzuela, perfilando el estado de cosas en el país que inició y culminó denotativamente con el dictum de Guillermo Tell Aveledo: Pax Bodegonica/Bellum Bodegonicum. Con De la cratología intentaremos hacer unas precisiones político-estéticas sobre el abordaje de Sifrizuela, a manera de una contestación.
Por: Edson Cáceres Zambrano
“Es desde las rendijas, desde las grietas y filtraciones en el concreto que surgen las preguntas que se consideran más apremiantes para y en relación con nuestra constitución urbana: nuestro ethos…”
Urbi et orbi. Caracas una ciudad espectro, Ernesto Borges.
Sifrizuela (2023) concibe que lo bodegónico parte de la degeneración y rechazo hacia el chavismo, entendiendo que “lo bodegónico es un estilo transversal, como lo fue el barroco”. A nuestro juicio, esa primera afirmación denotativa es solo parcialmente cierta, en el sentido que la construcción de la identidad americana, soslayada por la colonización, implica de suyo barroquismo, tal y como nos explica José Rafael Herrera (2007):
“El barroco, en efecto, es uno de los pilares esenciales y determinantes del desarrollo espiritual que le es inmanente al continente americano, dado que es el concreto armado, integral, con el cual aún se sigue fraguando la ancha base que sustenta el mestizaje de su cultura”.
El chavismo, en este sentido, no desaparece ni es desplazado por el élan bodegónico —espíritu de nuestro tiempo—, sino que este es la fase superior del primero, fundamentado en el carácter adaptativo del chavismo. Lo que vemos ahora, pues, es un narcobarroco.
Hemos visto a lo largo de los años que la Revolución Bolivariana ha mutado en su carácter ideológico, tanto que “el estilo bodegónico es la evolución inesperada de otros estilos y discursos del poder” (Sifrizuela, 2023). Para Sifrizuela, “la manera de aproximarse a la vida” que es Bodegonzuela es aneja al chavismo en su constante metamorfosis.
Lo anterior lo sustentamos con Colette Capriles y Alejandro Perdomo, ambos indican el carácter instrumental de la ideología empleado por el chavismo, sean los contenidos programáticos ora de la izquierda, ora de la derecha, respectivamente:
“Las razones para la irrupción del vocabulario del socialismo son de orden pragmático, por así decirlo. En primer lugar, permite establecer una conexión crucial con la alianza política, económica y estratégica con el régimen cubano y se alimenta de ésta. Luego, opera como una plataforma internacional que conecta los eventos en Venezuela con una lógica supranacional y hasta epocal, dada la agitación política de Occidente, y resulta en una ventana de oportunidades para la consolidación del proceso político en lo interno y en lo externo; y finalmente, obedece a dinámicas propias de los movimientos que forman la aluvional base militante del chavismo, entre los que la ortodoxia de izquierda, salida de su letargo a partir de 1992, ha conservado cierta preeminencia a pesar de las tensiones que ello causó durante los primeros años de gobierno” (Capriles, 2006, p. 82).
“Hugo Chávez, quien como Franco creía en el movimiento ‘cívico-militar’, tuvo su mayor inspiración práctica en gobiernos de esta índole y en el dirigismo militar de López Contreras, Medina Angarita y Pérez Jiménez, quien tras el asesinato de Delgado Chalbaud presidió la Junta militar y por ende, el gobierno de Venezuela durante los años de la dictadura (1951-1958). Pérez Jiménez, si se le juzga por el papel del Estado y por sus proyecciones políticas, encajaría en la derecha socialista —proyecto que iniciaría formalmente con la caída de la dictadura gomecista y en el período de Eleazar López Contreras— tal como se incluye al maurismo, al primorriverismo y al franquismo” (Perdomo, 2020).
El fenómeno camaleónico del chavismo, su carácter adaptativo, complica y oscurece la tarea de situarlo para entenderlo. Lo que sí queda claro, con lo anteriormente expuesto, es que existe una lectura de izquierda y de derecha del Socialismo Bolivariano, lecturas válidas y simultáneamente presentes, sin que implique una aporía —por más que en apariencia sea un absurdo—, demostrando, asimismo, que lo bodegónico no es una degeneración del chavismo sino una fase superior del mismo, como parte de su desarrollo diacrónico, que ahora se puede denotar como narcobarroquismo.
En el mismo sentido de lo expuesto, nuestra contestación tiene sus fuentes conceptuales en el análisis de Rafael Valera (2023), y la concepción del chavismo-madurismo como “clase de poder”: “si se quiere superar al chavismo, hay que entenderlo, no como Socialismo del Siglo XXI, no como comunismo, sino como la ideología de la clase de poder (y la clase de poder en sí)”.
El chavismo justifica su carácter adaptativo o gatopardismo en el hecho de que son la clase de poder: clase que se determina por el concepto de soberanía (en términos schmittianos), y la expresión hegemónica consiguiente (en términos gramscianos).
“A diferencia de lo que afirma el marxismo, la producción —aunque importante— no determina en última instancia quién gobierna. El recurso por excelencia que finalmente determina todo —incluso la producción— es la soberanía.
La violencia concentrada, organizada, excluyente, jerarquizada y transformadora es lo que realmente determina quién manda. Quien la ejerce es la clase poderosa. Ahora, cuando el soberano domestica al poder, este atraviesa el tiempo. Entonces, se convierte en un modo de dominación que es histórico —es decir, hegemónico—” (Valera, 2023).
La agudeza y penetración del dictum[1] de Guillermo Tell Aveledo estriba en el hecho de ser “lo político”[2], enunciándolo, y no algo meramente económico: la paz y la guerra bodegónicas fueron establecidas desde la clase de poder como lo estrictamente político, en el régimen existencial —cuasi estado de excepción permanente— de la política venezolana. Para Sifrizuela, en nuestra lectura, en cambio, lo bodegónico se explica meramente según condiciones económicas.
Siendo este, precisamente, el carácter particular de lo que queremos exponer sobre el análisis puesto en marcha por Sifrizuela: quizás los antecedentes de lo bodegónico no estén en el chavismo (en tanto fenómeno camaleónico-adaptativo); quizás deberíamos preguntarnos si Mayami Nuestro[3] es el antecedente inmediato de Bodegonzuela: el despilfarro y la extravagancia propia del modelo económico rentista (condiciones económicas diferentes a las presentes en lo bodegónico, que es narcobarroquismo), condiciones que establecen el sifrinazgo-sifrinaje. Esta es la tesis principal de la crítica social de José Ignacio Cabrujas (1987), el cual nos dice:
“Creo que la sociedad venezolana, y me refiero a la sociedad en el sentido de grupo humano que establece ciertos compromisos, ciertos objetivos comunes, está basada en una mentira general, en un vivir postizo. Lo que me gusta no es legal. Lo que me gusta no es moral. Lo que me gusta no es conveniente. Lo que me gusta es un error. Entonces, obligatoriamente tengo que mentir. No voy a renunciar a mis apetencias, a mi ‘verdad’. Voy a disimularla. Voy a aparentar esto o lo otro, para así poder esconderme, porque vivo en un país donde mis deseos no forman parte de la poesía […], donde la descripción que se hace de mí en términos literarios, pictóricos, es decir, en términos ‘sublimes’ pertenece a ese edificio casi teologal que es el ‘deber ser’” (p. 9).
Sifrizuela parte de la aparente dicotomía y diferenciación entre la acomodación social pre-chavista y chavista (y/o post-chavista), siendo esta diferenciación el hiato polarizador taxativo que atraviesa la concepción de lo político bajo el régimen de Chávez:
“Pero lo bodegónico también se expresa en gente. Así como lo neoliberal lo podemos relacionar con hombres con camisas blancas y suéteres Patagonia y mujeres con blazers que usan anglicismos al hablar y tienen posgrados en la Ivy League, lo bodegónico se expresa en una nueva casta dominante: en hombres con chemises Hugo Boss y Psycho Bunny y mujeres con plumas y cuero que han operado sus rostros múltiples veces hasta asemejar modelos de Europa del Este” (Sifrizuela, 2023).
Sin embargo, desde el hegelianismo sabemos que la relación entre contrarios es co-determinativa: la oposición como representación de “los de siempre (‘vieux riche’)” se co-determina con el chavismo como representación del pueblo (a.k.a: enchufados, ‘nouveau riche’), y viceversa. Esto expresa, precisamente, el carácter identitario de la ideología: subyace lo mismo visto desde dos enfoques de visión antipódicos, pero sigue siendo lo mismo, al final. Explicando, de esta forma, el aburguesamiento del chavismo y la chavización de la oposición —“la oposición leal, gobernando sobre los oasis bodegónicos” (Sifrizuela, 2023)—, muy a propósito de la reflexión de Elías Pino Iturrieta en Nuevorriquismo y blanqueo social[4], en conversación con Adriana Núñez Rabascall.
Si Bodegonzuela es la fase superior de Mayami Nuestro, como sostenemos, es porque el chavismo es la superación-comprensión („aufgehoben“) de la democracia venezolana, es decir, su fase superior en tanto efecto, refiriendo lo democrático como su causa, haciendo parte pues de lo que se concibe como el mito de la democracia y el mito de la constitución, descritos[5] por Alberto Franceschi.
Para concluir, ciertamente Lacava fue un promotor importante de la bodegonización de la política. Empero, hay que entender —sobre todo al ser testigos de la “Noche de los Cuchillos Largos” (Rafael Valera dixit)[6] que es la Guerra contra la Corrupción de Maduro— que el régimen como clase de poder no trivializa ni banaliza sus oportunidades de dominio y coacción, principalmente en el campo propagandístico que configura lo estético: a pesar de que el símbolo del murciélago nació seguramente del aprovechamiento político de la característica del venezolano referente al humor, en el chiste en boga del Carro de Drácula de Emilio Lovera, Lacava lo transformó en signo gubernamental, siendo el uso reciente del búho una sustitución simbólica pero con la misma capacidad operativa de los ojos vigilantes de Chávez: el búho de Lacava nos mira agudamente en 270 grados, con sus ojos saltones, constatando que la clase de poder siempre está ahí, para acecharnos, disciplinarnos, y en último término, castigarnos.
Bibliografía
Cabrujas, J. I. (1987). El Estado del disimulo. Revista Estado y Reforma.
Capriles, C. (2006). La enciclopedia del chavismo o hacia una teología del populismo. Revista Venezolana de Ciencia Política, 73-92.
Herrera, J. R. (14 de julio de 2007). La mirada de Minerva. https://jrherreraucv2000.blogspot.com/2007/07/la-mirada-de-minerva.html.
Perdomo, A. (2020). Destejer el socialismo bolivariano. Catoblepas.
Sifrizuela. (11 de abril de 2023). El bodegónico temprano: luces, grama artificial y muñecas de Pdvsa. https://elestimulo.com/ub/opinion/2023-04-11/el-bodegonico-temprano-bodegonzuela-sifrizuela/.
Valera, R. (13 de marzo de 2023). Marxista todo, marxista nada. https://lancero.substack.com/p/marxista-todo-marxista-nada.
[1] La designación de “bellum bodegonicum” se rastrea hasta Georg Eickhoff en un tuit fechado en 2021 https://twitter.com/JorgeEickhoff/status/1473850115823648769 [2] Basada en la distinción amigo-enemigo („die spezifisch politische Unterscheidung, auf welche sich die politischen Handlungen und Motive zurückführen lassen, ist die Unterscheidung von Freund und Feind“, Der Begriff des Politischen, Carl Schmitt). [3] https://www.youtube.com/watch?v=Crx0AlnewDs [4] https://www.youtube.com/watch?v=uNJ3r0JHF1E [5] https://youtu.be/44UOcDTYWfg [6] https://lancero.substack.com/p/la-soberania-es-una
Edson Aldair Cáceres Zambrano
Estudiante de Educación mención matemáticas de la Universidad de Carabobo.
Comments