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caracas crítica

El concepto de Biopolítica en Michel Foucault

Por: Ernesto Borges



El concepto de biopolítica y biopoder se ha extendido y ha adquirido una revaloración en el mundo académico contemporáneo, a partir, principalmente, del abordaje particular que dedicó el filósofo francés Michel Foucault dentro de su obra. Sí bien este concepto no fue acuñado por el mencionado filósofo, sí que ha adquirido gracias a él una resignificación sumamente importante para la filosofía política y la teoría política contemporánea.


Tras la polarización mundial de la guerra fría, y el consecuente avance de la globalización, el papel del Estado frente a la sociedad civil ha adquirido una hegemonía y omnipotencia que avivan, en el pensamiento académico, una reflexión consecuente con tales fenómenos. Y es que para Foucault, el rol fundamental del Estado moderno de asegurar la vida y ofrecer las condiciones necesarias para su bienestar, tiene un rastreo histórico que lo contrapone al paradigma de la soberanía clásica: en donde el peso significativo recayó en el “hacer morir”, antes que en el “hacer vivir” o procurar la vida. En éste modelo de soberanía clásico: “El soberano no ejerce su derecho sobre la vida sino poniendo en acción su derecho de matar, (…): no indica su poder sobre la vida sino en virtud de la muerte que puede exigir” (Foucault, 1977, p.164).


Piénsese, por ejemplo, en el antiguo derecho real del monarca para obtener bienes o condenar vidas; negar disposiciones a voluntad, o disponer de recursos, bienes, servicios, y personas, en tanto estas últimas pueden ser categorizadas como bienes y recursos a disposición del soberano. Si bien el control de las poblaciones como recursos puede indicar una especie de control absolutista, Michel Foucault aclara que en este paradigma de soberanía: “el derecho de vida y muerte ya no es un privilegio absoluto: está condicionado por la defensa del soberano y su propia supervivencia” (Foucault, 1977, p.163).

El soberano debe mantener su hegemonía en esa esencial relación de dominación que lo distancia de su pueblo, amenazada por una gran cantidad de variables.

Sólo en nombre de la defensa del soberano podía legitimarse la disposición de las poblaciones, reclutadas para una guerra, por ejemplo. O en el caso contrario, la condena a muerte de un individuo o un grupo de individuos podía promulgarse en nombre de la seguridad e integridad del soberano y su reinado. Como se aprecia, los elementos centrales de este paradigma de soberanía son el derecho y la disposición para condenar a muerte, limitar y restringir. Ante todo, el soberano debe mantener su hegemonía en esa esencial relación de dominación que lo distancia de su pueblo, amenazada por una gran cantidad de variables. No es el control directo sobre la vida lo que impera en este paradigma, sino el control sobre la muerte y la ejecución de esa condena.


Un ejemplo sumamente llamativo puede encontrarse en la propia revolución francesa. En donde el control sobre el nacimiento de la nueva República Ilustrada sólo podía ser posible mediante la muerte del rey y la destrucción de la nobleza. En este caso, el único control mediado sobre la vida, estriba en el poder de dar y ejercer la muerte. En el juicio al Rey Luis XVI, el segundo revolucionario más radical —Saint-Just— afirmó tajantemente lo siguiente:

Apresuraos a juzgar al rey porque no hay ningún ciudadano que no tenga sobre él el derecho de Bruto sobre César (…) Habéis visto sus pérfidos designios; habéis visto su ejército; el traidor no era el rey de los franceses sino el rey de algunos conjurados. (Saint-Just 1792, p. 59-60).



Cómo puede apreciarse, el control sobre la vida de la República y sobre la vida en general está mediado por el control sobre la muerte. La condena es el elemento central. Pero de acuerdo con Michel Foucault, es a partir del siglo XIX, que empieza a gestarse un nuevo tipo de ejercicio de la Soberanía. Ya no centrado en la disposición sobre la muerte, sino más bien centrado en la manipulación y gestión sobre la vida misma. A esta nueva posibilidad histórica Foucault le denominó Biopolítica. En sus palabras: Podría decirse que el viejo derecho de hacer morir o dejar vivir fue reemplazado por el poder de dejar vivir o de rechazar hacia la muerte (…) Ahora es en la vida y a lo largo de su desarrollo donde el poder establece su fuerza. (Foucault, 1977, p.167).


Es sobre todo en el siglo XX (con sus inicios en el cientificismo del siglo XIX), en donde el poder, las prácticas estatales y gubernamentales empiezan a centrar sus esfuerzos en ofrecer las condiciones más óptimas para el surgimiento de la vida. La estabilidad económica y la planificación de las formas de vida, son el tópico central que dirige en la contemporaneidad el paradigma de acción y de gestión del Estado, y las diversas formas de poder societal y político. Administrar la vida y multiplicarla son los objetivos centrales de las ciencias del Estado, y sobre todo, los objetivos últimos de lo que hoy se conocen como las Políticas Públicas. Desde el siglo XIX hasta el siglo XXI, la condena de muerte y las disposiciones legales que la hacían posible han decrecido considerablemente a nivel mundial, todo en favor de una gestión societal y pública centrada en la vida. Foucault es claro cuando afirma que: “Los que mueren en el cadalso escasean y cada vez más, a la inversa de los que mueren en las guerras” (p.166).


Esta frase adquiere una gran relevancia cuando se piensa en las dos guerras mundiales que trastocaron para siempre las culturas y las sociedades de los países partícipes en los conflictos bélicos. Foucault aclara que es en nombre de la vida— y la existencia colectiva— que se dispuso de las poblaciones y se las alistó para la guerra; pero sobre todo: es a través de las ciencias modernas y los métodos disciplinares que se adquirió el poder sobre la vida misma.

Las formas de dominación social operan por medio de mecanismos más velados, asegurando el control y la normalización de las conductas de los individuos y poblaciones.

De acuerdo con el filósofo francés, a partir de la modernidad —y en consonancia con este modelo de soberanía Biopolítico— las formas de dominación social operan por medio de mecanismos más velados, asegurando el control y la normalización de las conductas de los individuos y poblaciones. Así, el poder sobre la vida se desplegó en dos polos o esquemas. El primero consiste en el control y la normalización del cuerpo humano a través de las ciencias sobre el cuerpo y su salud, así como de: Su educación, el alimento de sus aptitudes, el arrancamiento de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de su utilidad, y su docilidad, su integración en sistemas de control eficaces y económicos, todo ello quedó asegurado por procedimientos de poder característicos de las disciplinas. (Foucault, 1977, p.168).


El asilo psiquiátrico, la consulta psicológica y la escuela como sistema de educación, son algunas de las instituciones paradigmáticas que Michel Foucault analizó, y que ejemplifican en buena medida este control disciplinario de los cuerpos y de las formas de vida. En el momento en que se erige o define un modelo “normal” de comportamiento o salud mental, todos los elementos que escapan de la “norma” son clasificados como anormales y patológicos. Por tanto, susceptibles a una rehabilitación y tratamiento para su “normalización”. Este esquema de rectificación que puede vislumbrarse en numerosas instituciones y prácticas sociales, ejemplifica el moderno de “control” y manipulación sobre la vida y las formas de vida posibles. Aun así, lo más destacado de este modelo de rectificación consiste: no sólo en la imposición externa de la institución sobre el individuo, sino en la autorrestricción y el autocontrol del individuo sobre sí mismo.


Gracias al avance de las técnicas y el avance en las ciencias naturales, los conocimientos se vuelven instrumentos para el control y “normalización” de las conductas “anormales” y diferentes en las sociedades modernas. El segundo polo se dirige a la gestión colectiva de las poblaciones y su análisis cuantitativo: “la proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida y la longevidad. Con todas las condiciones que pueden hacerlos variar” (Foucault, 1977, p.168). Al pensar en estos dos polos: el de la normalización del cuerpo y sus conductas, junto con el polo de la gestión cuantitativa y técnica de las poblaciones: destaca el hecho de que todo el siglo XX fue el siglo de auge del Estado de Bienestar. Entendido como el modelo de gestión Estatal basado en la asistencia a la sociedad civil por medio de planes de desarrollo e inversión en favor de la sociedad. En este contexto histórico más que nunca, puede verse con claridad el impacto directo de las ciencias, las disciplinas y la tecnología en la “normalización” de las formas de vida de los individuos.


A propósito de este punto, debe acotarse que la filosofía foucaultiana se enmarca en un contexto general de crítica contra las técnicas y el imperio de la razón instrumental en las sociedades occidentales. Piénsese, por ejemplo, en la crítica de la Escuela de Frankfort o la crítica a la técnica emprendida por Heidegger. Sería un error, por ejemplo, pensar que la filosofía Focuaultiana desarrolla su crítica a las ciencias disciplinares en nombre de una concepción más pura o naturalista del ser humano y su vida. En referencia a éste tópico, el filósofo Roberto Esposito destaca que: si no existe una vida natural que no sea, a la vez, también técnica; si la relación de dos entre bíos y zoé debe, a esta altura, incluir la téchne como tercer término correlacionado, o tal vez debió incluirlo desde siempre ¿cómo hipotetizar una relación exclusiva entre vida y política?” (Esposio,2006, p.25).

Es precisamente por esta amenaza de la técnica que la filosofía de Michel Foucault intentan ofrecer herramientas filosóficas para repensar y analizar críticamente las relaciones de poder que se establecen en las sociedades contemporáneas.

La única “respuesta” tentativa que podría darse a la pregunta de Esposito, desde la filosofía Foucaultiana, consiste en el estudio de las epistemes o paradigmas históricos que permiten comprensiones distintas de lo que es “vida” y “política”. Por tanto, no podría ofrecerse una relación “exclusiva”, originaria o “verdadera”, entre ambas esferas. Ahora, de vuelta al problema de la téchne y el alcance omnisciente que tiene en la vida cotidiana de los individuos: es precisamente por esta amenaza de la técnica que la filosofía de Michel Foucault —y diversos filósofos como Esposito— intentan ofrecer herramientas filosóficas para repensar y analizar críticamente las relaciones de poder que se establecen en las sociedades contemporáneas.



Destaca en el pensamiento de Foucault —así como en el desarrollo teórico de muchos intelectuales cercanos a la “postmodernidad”— el pensar la diferencia y las formas de ruptura posibles frente a modelos de identidad que son o pueden ser coercitivos. La Biopolítica es una gran amenaza contra la heterogeneidad individual y colectiva, en tanto preserva la vida sólo dentro de determinadas categorías que se consideran “deseables” y “correctas”. Es por ello que en filósofos como Esposito y Jean Luc Nancy —sólo por mencionar algunos—, el problema de la alteridad es reivindicado frente a modelos de identidad y “normalidad” que son reductivos. En las reflexiones contemporáneas sobre la biopolítica destaca muy bien un espíritu crítico y subversivo. Este éthos o “espíritu” filosófico contemporáneo bien puede describirse como una actitud: “en la que la crítica de lo que somos es a la vez análisis histórico de los límites que nos son impuestos y la prueba de su posible franqueamiento” (Foucault, 1984, p.18). El no resignarse a ninguna alternativa política determinada, y centrar el estudio filosófico y político a las formas de “franqueamiento” de la identidad, la unidad, la esencialidad, y las formas de poder establecidas: son una acertada forma de describir la empresa filosófica de Foucault. Y en líneas más generales, la filosofía política que se preocupa por las formas contemporáneas de la Biopolítica.


Referencias Bibliográficas:

Esposito, R. (2006). Bios, Biopolítica y filosofía.

Foucault. (1977). Historia de la sexualidad.

Foucault. (1984). ¿Qué es la ilustración?.

Saint-Just, L. (1972). Discurso sobre el juicio a Luis XVI.


 

Ernesto Borges (1999)


Licenciado de Estudios Liberales por la Universidad Metropolitana (UNIMET).

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