Entrevista realizada por Edson Cáceres a Erik Del Bufalo
Edson Cáceres: La filosofía, en una acepción heterodoxa, puede pensarse —disculpe el neologismo— como la «biografización» eidética del pensamiento personal del pensador-autor, en una suerte de universalización de la subjetividad pensante y conceptuadora. He notado por sus textos, entrevistas, entre otros, que su pensamiento es como el Triángulo de Pascal, el cual contiene la forma de la resolución de las potencias de binomios, los números naturales, primos, triangulares, tetraédricos, cuadrados perfectos, y un largo etcétera. Su pensamiento, como una figura polimórfica, a grandes rasgos, ¿puede usted decirnos de qué se nutre?
Erik Del Bufalo: vamos a empezar por dos pequeñas premisas primero. Tú partes un poco de la visión de Nietzsche de que un pensamiento responde al pathos, al carácter, a la experiencia de un autor, y eso es cierto, en parte sí. Pero también es cierto, y Nietzsche no contradecía en esto a Hegel, que cuando uno hace filosofía no habla desde sí mismo. Hacer filosofía es pensar desde la tercera persona, no desde la primera persona. Hegel lo decía: «pensar desde el infinito». El pensar en sí mismo. La frase de Heráclito que tengo en mi Twitter lo ilustra muy bien: «no me escuchen a mí, escuchen al logos», significa eso. Hacer filosofía es pensar más allá de como uno piensa, en realidad es eso, no es pensar como piensa, uno tiene opiniones de la vida, tiene gustos, preferencias, pero eso no es filosofía, eso es el mundo de la opinión personal. Uno empieza a hacer filosofía cuando piensa fuera de uno, incluso contra uno mismo; pensar incluso en contra de lo que uno piensa. Y por eso es que la filosofía tiene una relación particular con lo real.
Sin embargo, no me voy a escapar tan fácil de tu pregunta de esta manera, porque sí, también es cierto que uno abreva de una experiencia real concreta, en mi caso, una parte es, digámoslo así, textual. Son ciertos autores los que me ayudan a pensar, no solamente filósofos sino también escritores y poetas, historiadores… Y también cierto rechazo a mi época. Giorgio Agamben, que es un filósofo contemporáneo que yo admiro mucho, italiano, vivo, que yo trabajo muchísimo, dice que «la filosofía no es más que ver la oscuridad de su época»; de hecho, si te pones a ver, la filosofía empieza en la época de la oscuridad de Atenas, cuando Atenas cae en declive. Sócrates comienza a hacerse famoso en el ágora, el mercado o plaza donde vendían pescados y legumbres, después de que Atenas pierde con Esparta y cae en la tiranía de los Treinta, cae en decadencia… Hay filosofías de cuando la sociedad está en declive; incluso creo que mi elección de dedicarme a la filosofía tiene que ver con el declive, que empezó no ahorita, sino empezó cuando tenía tu edad, a principios de los noventa, y tal vez eso fue lo que me llevó…, esa gran visión de declive, de lo que me rodeaba, ese gran rechazo a aceptar las ideas de la época, las soluciones de la época, incluso los problemas de la época como falsos problemas muchas veces. Dicho más sencillamente, del modo más coloquial, cierto rechazo al modo de vida caraqueño, de la élite caraqueña, de las aspiraciones que tenía mi generación en los noventa que era muy pobre, existencialmente pobre, eso es lo que me lleva a pensar todo esto.
Quiero engarzar lo bífido, su respuesta bifurcada, con el hecho de que hay una universalización, una universalidad, una tendencia al infinito, a propósito de Spinoza, con el entendimiento sub specie aeternitatis, y entroncado con el hecho de que si la filosofía es una respuesta teórico-práctica a ese escenario de oscuridad, da como resultado la definición escolástica de filosofía «ciencia de todas las cosas por sus últimas causas, según la luz natural de la razón».
Que tiene que completarse con la frase de Santo Tomás, que «la filosofía es un pensamiento de las cosas», no de las ideas. La filosofía no es teología, no es construir un conjunto de ideas que sirvan de instrumento para ver el mundo, que es lo que la gente busca como un subrogado de la religión, muchas veces, o de la fe. Es tratar realmente de pensar las cosas desde las cosas, lo cual es mucho más difícil de lo que la gente piensa, porque claro, experimentar con la materia es relativamente fácil una vez que uno tiene los protocolos, los presupuestos, las asunciones…, hay una estandarización de eso, pero pensar el porqué de esas cosas es muy difícil, no es nada evidente, implica muchas mediaciones. Entonces sí, de acuerdo con esa definición.
Usted puede ser considerado un metahistórico, a propósito de la cita del fragmento cincuenta de Heráclito «no me escuchen a mí, escuchen al logos». En ese sentido, usted se sustrae de un discurso académico-intelectual (dejando de lado la historicidad del término «intelectual», respecto del caso Dreyfus), y se percibe como esgrimiendo un discurso anagógico o profético, con un cariz homilético.
Metahistórico se puede tomar de dos maneras, vamos a empezar por ahí. Antes de caer en la palabra intelectual que yo veo muy desprestigiada, ya casi viene desprestigiada desde el principio, tú citas por qué, tiene que ver con un fenómeno particular, y lo vamos a tocar.
La historia se ve de dos maneras, primero la podemos ver como una sucesión de eventos, cuya comprensión es archivológica, es decir, a posteriori, pasaron unas cosas y unos documentos nos muestran el sentido de lo que pasó. Pero la historia también puede verse en el sentido providencial, es decir, como un proceso. Esa visión es netamente cristiana, ya que tú me hablas de homilía y de profecía, la visión de que la historia tiene un origen y vamos a un proceso que insinúa que el futuro es mejor que el pasado de alguna manera, porque en el futuro está la salvación, el Mesías, la Segunda Venida, es una idea completamente cristiana, la historia es un invento cristiano, por decirlo así. Va más allá, sobrepasa el tiempo antiguo, que es el tiempo cíclico. Yo no soy profeta, en el sentido de que no creo en el tiempo lineal, para ser profeta hay que estar convencido de que el tiempo es lineal, de que el pasado era peor, de que el futuro es mejor, y que hacemos un llamado al futuro para la salvación. Todos los filósofos de Davos son proféticos en ese sentido: «¡la inteligencia artificial nos va a salvar!, aunque es peligrosa nos va a ayudar», yo no soy profeta y menos un profeta en esta época. Ahora, hay otro sentido de la palabra «profético» más antiguo, y ahí sí vuelvo otra vez a tomar el problema de la metahistoria. En el fondo, cuando uno habla de «principio», ya que estamos hablando de metafísica, porque la metahistoria es a la historia lo que la metafísica es a la física, cuáles son los principios del movimiento del cambio humano, no están en el tiempo, entonces en ese sentido soy tradicionalista…, tradicionalista no es conservador, no es que yo quiera conservar lo que mis bisabuelos fundaron, entonces yo quiero pelear para que el legado de esos bisabuelos o esos padres de la patria no se pierda, no. Soy tradicionalista en el sentido de que creo que sí hay principios que no están en el tiempo, que caen en la contingencia, el tiempo es contingencia, accidente, disolución, el tiempo es impermanencia, pensando con el Buda, pero hay principios que no están en esa contingencia, en el tiempo. En ese sentido, podría parecer, pero es una apariencia, que hay cierto rasgo profético porque uno está hablando de cosas que no caen en el tiempo. Yo jamás hablaría como profeta, eso ya es palabra mayor, porque el profeta es realmente alguien que no habla por él mismo, habla por Dios, y yo jamás me pondría en esa situación tan delicada…
Escuchando el logos…
Exactamente, pero uno sí puede decir «allá está la voz, allá está el logos», uno puede indicar, como Duns Escoto «allá está la razón», no me miren a mí, no importa mi opinión eventual, escuchen ustedes mismos a su luz natural, el logos está en cada uno de nosotros, qué es lo que dice. ¿Y por qué tanto esa frase? En los últimos años en Venezuela…, me refiero desde que tú naciste a prácticamente esta hora, Venezuela ha vivido un mercadillo de ficciones, un baratillo de ilusiones muy perturbador y que además es una gran engañifa por lo menos a una generación completa que es la tuya, incluso la generación mía, que ha terminado en tragedia, en emigración, en pérdida de la verdadera esperanza en el sentido estricto del término, de saber que uno puede esperar algo a partir de unas situaciones concretas, por eso es que yo he sido fuerte…, ya no tanto porque estoy en otra situación, pero en un momento, sobre todo alrededor de 2017, 2018, 2019 y 2020, fui muy activo en esa denuncia; claro, cuando uno denuncia, ahí sí caemos en la idea de intelectual, se pone en el lugar del intelectual que denuncia los males sociales, podría haber un efecto de intelectualidad en el sentido de que yo sí denunciaba cosas, pero el intelectual en el fondo es un literato, no un pensador, que tiene una visión moral, que se infatúa de tener una visión moral superior al populacho y que a partir de esa moral superior acusa, “J'accuse…!”, a las barrabasadas del populacho; yo jamás me pondría en situación tan detestable, de hecho, la mayoría de la gente es intelectual, a lo que te lleva la filosofía es dejar de ser intelectual, dejar de creerse moralmente superior, desde un conjunto de ideas que son además abstractas, que la gente no las aplica a sí misma, hablar desde la montaña y acusar a la gente de ignorante o estúpida… La filosofía te salva de eso, de la intelectualidad de masas, además de la que vive el hombre moderno, porque ha leído dos o tres libros se cree que sabe todo y está obligado a opinar de todo.
[La filosofía] es básicamente hablar a lo Sócrates, de gallinas, de burros…, entrar en el ágora.
Hablando de Venezuela, la situación del país hace pensar que la cuestión de fondo, la problemática a resolver, no es económica, social, política o histórica, esto por dos razones: primero, se han ofrecido y ensayado formas resolutivas en esos ámbitos, formas que no han satisfecho el problema, sino podría decirse que lo han exacerbado. Por otra parte, todo problema estructural, como tiende a definirse el problema venezolano, pasa por la expresión de una radicalidad; el saber que estudia sus objetos de raíz es la metafísica. Entonces, ¿la problemática venezolana debería plantearse sobre todo en términos metafísicos?
Sí, ya lo insinuamos, en términos metahistóricos. Ahora, yo diría que el problema de Venezuela es epocal, y no es nada más de Venezuela. Lo que pasa es que acá se da de una manera. En Venezuela particularmente se denota mucho porque a diferencia de otras latitudes o de otros países, lo que está en decadencia fue mucho más implantado, mucho menos orgánico que en otros lados. Por ejemplo, la crisis en Estados Unidos también existe pero es orgánica a su estructura misma, mientras que en Venezuela fue implantada, fue importada, con el petróleo, me refiero a la crisis de la modernidad. Venezuela vive una crisis epocal, que vive todo el mundo, pero acá fue mucha más aparatosa la caída, mucha más rápida, mucho más dramática, además con un tono incluso inane, en el sentido de que fue hasta muy tonto todo.
A propósito de un texto de su autoría llamado Proyecto Helicoide.
Justamente en ese texto trato de hablar de eso a partir de la imagen del Helicoide. Ese fue un texto que me pidieron en Estados Unidos y cuando lo leyeron quedaron horrorizados porque les pareció que era un texto de ultraderecha, entonces lo rechazaron, me dijeron que era imposible que publicaran algo así.
Dentro de la metafísica, tocante a lo que estamos hablando, cabe la religión, frente a esa ficción moderna del Estado laico, ficción que es o groseramente ignorante o cínicamente aprovechada de la teología política.
Completamente, la pretensión secular es teológica. Lo secular es una palabra teológica, ella misma; está en Pablo, por ejemplo, cuando dice que «el poder de Cristo no son los poderes del siglo», no son seculares, está sobre el tiempo. ¿La idea moderna cuál es?: el hombre puede crearse a sí mismo y que el hombre es la salvación del hombre. Y se salva de tres maneras, a partir de la ciencia, de la política y de la economía; esos son los tres cuerpos mesiánicos de la modernidad. Eso es teológico, porque lo que no se borra es el concepto de salvación, que es muy prometeico, porque nos pone a nosotros en el lugar del demiurgo. ¿De dónde vienen todos los conceptos políticos en el fondo?, vienen de la teología política, ahora llevados al plano prometeico, que el hombre los asume como suyos, como diría Feuerbach, hay una inversión, lo que el hombre pensaba que era de Dios realmente era suyo, y a partir de ahí se transforma el mundo, que es uno de los avatares, pero no el único, del mesianismo moderno.
Esto se relaciona con lo que dos hombres de fe, como San Pablo y el padre José Fortea, describen cómo es la función personal del katechon, «el que retiene» el misterio de la Iniquidad. En palabras de Donoso Cortés, el termómetro está más inclinado hacia lo político que hacia lo religioso, más hacia lo mundano que hacia lo celeste, más hacia «el príncipe del mundo»… En términos alquímicos, estamos en un proceso de solve et coagula, del nigredo al rubedo, pasando por el albedo.
Sí, sobre todo un momento de disolución, de solve. Hay varios peligros con esta percepción si uno la lee rápidamente, que es un poco lo que hace Duguin y que yo no estoy de acuerdo, él seculariza eso, él piensa realmente que el katechon puede ser Putin, Rusia, un ejército…, esa es una lectura muy profana, muy dramática…
Cae dentro de la misma modernidad que critica.
No solamente cae, es que de lleno está en la esencia moderna. El que hizo eso por primera vez fue Julius Evola, haciendo una lectura de René Guénon secularizada, dice «no hace falta la iniciación, no hace falta ser sacerdote, los militares pueden hacer el trabajo», claro, no dice «militares», dice «clase guerrera», pero la clase guerrera no existe desde hace muchos milenios, entonces «los militares». Entonces se pasa lo que es el poder espiritual a manos del poder temporal, esto es muy delicado porque va a terminar en una tragedia, está justamente en manos de lo contingente, del «príncipe del mundo» justamente, eso es lo que hay que evitar. Cuando uno es joven estas cosas le parecen muy emocionantes porque siente que uno puede ser el katechon —lo que es además muy narcisista—, y no es así, desde el punto de vista teológico el katechon se retiró, no hay poder espiritual, eso es lo que significa. ¿Qué es lo que contiene los males del mundo? El poder espiritual, cuando no hay poder espiritual todos los poderes se vuelven mundanos. ¿Cuáles son los poderes mundanos? La concupiscencia, la voluntad de dominio, la voluntad de poder, la explotación, el placer…
La soberbia…
La pulsión sin reglas, como diría Jung «todos los titanes fuera del Hades, tomando todo el espacio del orbe». El katechon no es un país…, esto puede parecer desalentador, porque hay mucha gente, para llamar como se decía antes, «jóvenes inconformistas», se molestan porque «bueno, ¿qué hacemos? No basta rezar, hay que montar grupos de ultraderecha», eso se hizo ya, eso no lleva a ningún lado, es ridículo. Lo que hay que buscar es el sentido religioso estricto, religar lo de abajo con lo de arriba, esa es la Segunda Venida, la vuelta del poder espiritual sobre el poder temporal, cuando otra vez se invierta la relación y el espíritu esté sobre la materia. No pelear contra la materia desde la derecha contra la izquierda, eso es demasiado ridículo y caricaturesco.
Este principio gelasiano, del utrumque gladium, de los dos poderes, podría ser una lectura desde la teología política pero entendiendo que es más común que una posición radical.
Hay una confusión con la teología política. La teología política no es una disciplina, Carl Schmitt justamente fundamenta el hecho de que no hay que hacer una teología política, eso es una aberración, lo que en todo caso podría presentar la teología política como estudio son aquellos valores teológicos que estén inscritos como valores laicos, y se disimulan como valores laicos, para deconstruirlos en su laicidad, que es realmente develar la fuente teológica que ocultan.
Develar el «enano teológico», en palabras de Benjamin.
Exactamente. Lo que sí puede ser una postura es lo que Joseph de Maistre llamaba «metapolítica», que es otra cosa, no es teología política, que es justamente lo que empezamos conversando, es decir, cuáles son aquellos principios que no están en el tiempo que afectan el tiempo, cuáles son aquellos principios no políticos que afectan lo político y que permanecen pese a los cambios políticos, que además el Cristo lo dice muy bien «mi Reino no es de este mundo», ¿qué significa?, que lo que yo digo no es contingente, que Pablo retoma tanto en Efesios como en Corintios cuando dice justamente que el cristianismo es para todos, inventa el universalismo. ¿Qué quiere decir que el cristianismo es para todos? ¿Que todos tienen que someterse a Cristo Rey según Franco?, no, que es la visión de baratillo. Se refiere a que no importa el sistema político, nosotros somos ecclesia, estamos más allá, somos trascendentes a todo sistema político. «El cristianismo no es una polis», decía Orígenes, «es una economía», en el sentido estricto, es una situación privada…
Oikos nomos…
Exactamente, es arreglar la vida propia, la vida de lo privado, y a partir de ahí influir en lo político. No es un Estado, no es un imperio, que fue lo que terminó siendo la Edad Media y que desató la crisis del cristianismo con el gran cisma del protestantismo que trata de volver a todo el cristianismo previo a San Agustín, incluyéndolo, y a Ticonio, pero lo hace de un modo ya pervertido, donde el valor mercantil, que era el que estaba en boga tanto en Suiza, Holanda e Inglaterra, tiene más peso que el valor espiritual que se ha perdido, por eso es una falsificación, pero fíjate que el gesto era el correcto, volver al cristianismo como economía. De hecho, el cristianismo inventa los derechos humanos en sentido estricto, la idea de la persona humana es universal, no es de los cristianos. Cuando Pablo le escribe a los corintios, a los efesios, a los romanos, le escribe a las comunidades cristianas, pero él no le habla a los cristianos nada más, sus epístolas son a todos los corintios, efesios y romanos, a todos los alejandrinos; es decir, el cristianismo es la primera gran religión universal y universalista, ¿qué significa eso?, repito, que va más allá del universo de la polis griega, de lo político, en ese sentido se puede entender al cristianismo como la primera fuerza metapolítica, propiamente dicha, y hay que tener mucho cuidado de reducirlo simplemente a unas consignas, atavíos… A los católicos conservadores yo no les agrado, incluso peor que a muchos izquierdistas, casi todos me han acusado mínimo de masón para abajo.
Hay un escolio de Gómez Dávila, no lo recuerdo textual, pero dice más o menos que «al cristiano moderno le interesa más no caer en el progresismo que en la herejía». Se tiene más miedo del progresismo que de la herejía.
Y con razón. Es que además todos somos progresistas, de lo que no se ha dado cuenta la gente es que a partir del siglo XVIII toda la humanidad, incluyendo los chinos, son progresistas: creen que la salvación está en el futuro gracias a la ciencia, la política y la economía.
Esas son masonadas al final.
Sí, pero incluso va más allá, eso está ya dentro de la propia Iglesia católica. Hay una visión un poco pueril de la historia: en Europa eran todos campesinos, buenos católicos, y llegaron unas élites masónicas malvadas en Londres, en la city, dijeron «bueno, como estos son cretinos, vamos a dominarlos», entonces inventaron la ciencia, inventaron las cosas para dominar a los campesinos franceses y alemanes, y sobre todo españoles e italianos, con su magia negra, que es la ciencia moderna… Esa es una visión muy estúpida de la historia, es una visión que pone a todo el mundo como estúpido, yo no creo que la gente sea estúpida así, menos los católicos. Yo no creo en el «pobrecito el católico que se dejó engañar por el masón que lo pervirtió». Ticonio, que es el padre de San Agustín, y Ratzinger lo cita en su carta de renuncia…, ahí Ratzinger dice cosas muy reveladoras, él dice que se va para que se manifieste el Anticristo, porque ya no hay poder espiritual, ¿y en dónde está el Anticristo para Ratzinger? En primer lugar, en la Iglesia, entonces cita a Ticonio, el cuerpo bicéfalo o el doble cuerpo de la Iglesia, hay un cuerpo celeste y uno terrenal, y el cuerpo terrenal está tomado completamente por el Anticristo. Tanto la escisión con la ortodoxia cristiana, que es la traición de Roma a Constantinopla, como el protestantismo, es culpa de la Iglesia católica. No es la víctima, es la gran meretriz que abreva dentro del cuerpo bicéfalo de la Iglesia, la culpable. Justamente por haber caído en muchos casos en defender poderes temporales y no el poder espiritual.
Muy a propósito de que para Oswald Spengler, la cultura occidental empieza con Carlomagno, con esa coronación de Carlomagno en Roma.
Eso es lo que es Occidente, nace con la pérdida de Constantinopla, es lo que está diciendo Spengler en pocas palabras.
Pueden parecer muy altisonantes palabras como «Anticristo», «caída»…, pero realmente, desde la antropología cristiana, estos son conceptos básicos, comunes, cotidianos…
Simples, muy fáciles de ver. El Anticristo no es Abraxas, el Anticristo lo define Pablo muy bien, dice «el hombre de la anomia»…
De la no-ley…
De la no-ley divina. Hay una conversación que salió hace poco con Silvio Salas, un joven también, un poco más viejo que tú, pero joven también, muy brillante; caímos en Weber, y yo le dije «bueno, lo que habla Weber, ya lo dijo Pablo», de hecho, Weber lo conocía. El hombre de la anomia no es un hombre que vive sin ley, en el sentido de que es un anarquista, furibundo o está en un Estado fallido, ese no es. El hombre de la anomia es el que hace muchas leyes, pero todas las leyes son a partir del poder temporal, son leyes humanas, no hay ningún rasgo de ley divina o ley natural en esas leyes. Joseph de Maistre lo decía muy bien, el hombre de la anomia hace muchas leyes, es más legalista que cualquiera, tiene muchas constituciones, constituciones gruesas, gigantescas… De hecho, tú ves la democracia moderna y nunca había habido tantas leyes como ahora, hay leyes para todo, desde lo más administrativo hasta si puedes dar un piropo o no en la calle en algunos países, es una sociedad de control llena de leyes, normativas, reglamentos y burocracia hasta el infinito y cada vez va a ser peor. El hombre de la anomia es el que se olvida de la ley máxima, que es estar sometido a la ley divina.
Que es en donde empieza la metafísica, en los primeros principios. Es curioso, porque el deseo de legalizar, de hacer leyes, viene de Europa, de la parte alemana, con Federico II Hohenstaufen, y anterior a ese deseo, eran meros fueros, es decir, el primus inter pares era el que normaba, de cierta forma.
Hay varias fuentes de esto. Las leyes empiezan a proliferar cuando las relaciones se vuelven contractuales, cuando ya no hay claridad de lo que es bien o mal, lo que hay es contrato. Lo vemos en Locke, Hobbes, Rousseau, toda la Revolución Francesa es una gran apología del contractualismo humano, la invención de Norteamérica…, el contrato no viene de la política, viene de la esfera privada, de la formación mercantil del mundo que aparece hacia el final del siglo XIV, justamente en puntos muy específicos de Europa. Las primeras grandes inteligencias políticas aparecen en Florencia, Venecia, Holanda, en la city, porque eran justamente puntos comerciales.
La influencia que tiene Italia con Alemania, y el Sacro Imperio Romano Germánico, los hijos de Carlomagno, sus herederos.
Spengler decía algo muy interesante, decía que el Sacro Imperio Romano Germánico no era romano ni sagrado, era germánico y bien pagano.
Era vikingo.
Exactamente, entonces caigamos otra vez en la idea del contrato. ¿Qué es la idea del contrato? Que ya no hay religare. Todas las leyes antiguas, antes del cristianismo, venían de lo divino, todos los legisladores antiguos se basaban en los dioses; el primer legislador, el caso más claro, es Moisés. ¿Qué hace? Sube a una montaña, Dios le da las leyes.
Las tablas como protoconstitución.
Sí, exactamente, como legislación primera. No es Moisés que se reúne con el sanedrín a decir «¿qué leyes hacemos ahora?», es una ley revelada. Todas las civilizaciones humanas vienen de leyes divinas. Hay un bellísimo texto de Maquiavelo, que es poco estudiado, sobre las décadas de Tito Livio, justamente cómo se ve que la fundación de Roma, el nomos de Roma, es revelado, volviéndose orgánico al propio Imperio Romano.
Es la distinción, anterior a la Ley Decenviral, entre fas e ius, el derecho de los dioses, relativo a lo lícito, y el derecho de los hombres, relativo a lo justo, respectivamente.
Es una distinción muy pequeña que se va abriendo. La distancia entre la tierra y el cielo, en la antigüedad, era muy corta, uno podía tocar el cielo con la mano, y a medida que avanza el tiempo la distancia se hace mayor hasta el punto en que ni siquiera las naves espaciales llegan a ver a los ángeles; esa es un poco la analogía. La idea contractualista es lo contrario, la creencia de que las leyes son convenciones, es eso, es moderno, eso es impensable para un antiguo.
Que tiene su punto paroxístico en Kelsen.
Sí, con la teoría pura del derecho, casi todo el constitucionalismo alemán. Las leyes en sí son papel, son palabras, oraciones, frases, si no hay realmente una constitución orgánica, real, las leyes son ingeniería social en el mejor de los casos, o teatrillo, en el peor.
Parafraseando a Goya, este podría ser «el sueño de la razón» kantiana, considerar que las leyes, la forma pura del deber, pueden regir todo el aparataje del derecho y de la ética.
Esa es la lectura kelseniana de Kant. En él la esfera legal está sometida a la esfera moral. La moral es autónoma, respecto de la esfera jurídico-política, pero no sucede en el caso contrario, más allá de las falencias que pueda tener Kant en ese sentido, porque también se vuelve abstracto, es verdad, el imperativo categórico es un dispositivo abstracto, universal en el mal sentido, en el sentido de genérico. Sin embargo, el kantismo de Kelsen es muy discutible…
Es neokantismo…
Es neokantismo, y los neokantianos todos lo que hicieron fue volver romo a Kant. Kant es un autor muy radical, lo volvieron liberal.
Eso es lo que entiende Benjamin por socialdemocracia, a propósito de todo lo que sucedió en Alemania. En ese sentido, la diáspora venezolana, como efecto de su crisis, a su juicio, puede ser vista desde la óptica de la diáspora de la Alemania de la República de Weimar, con toda la potencia intelectual alemana emigrada por el mundo, o como la diáspora cubana, cuyos referentes, además de exponer el horror de la revolución, tienden a obtener un rédito económico y ciertas comodidades a partir de la supuesta lucha contra el castrismo. Esto se lo pregunto, puesto que los emigrados venezolanos signados como opositores, periodistas, activistas, políticos, intelectuales, parecen vivir del hecho de que la crisis venezolana persista.
Podemos encontrar elementos comunes, en la República de Weimar, una república de enchufados y gente comiendo de la basura también, enchufados que vivían de los pocos privilegios que el Tratado de Versalles daba a cierto grupo social, que fue terrible para Alemania. Ciertamente uno puede hacer una analogía con la Venezuela actual, por el lado de los enchufados. Por el lado de la gran diáspora masiva, se parece mucho más a la cubana. Pero creo que en Venezuela es distinto en varios sentidos, es decir, hay dos factores de la diáspora en Venezuela: uno activo, que digamos es el chavismo, la destrucción activa de Venezuela; pero también hay un factor pasivo que es la oposición, en el sentido de que la oposición y el chavismo trabajan como en un tándem, pareciera que la oposición maximizara la esperanza para después llegar a la realidad del chavismo y que la gente se deprimiera y no quisiera saber nada de Venezuela e irse, creo que ocurre ese mecanismo en Venezuela.
En una de sus entrevistas con el periodista Silvio Salas usted aborda la cuestión de lo occidental como lo propio del ocaso o del atardecer, para Oswald Spengler, Occidente y la cultura fáustica que le es propia están en una pendiente de decadencia, ¿esto qué significa para Latinoamérica, entendiendo, en una perspectiva lúdica y plástica, que estamos al occidente de Occidente, es decir, somos otra cosa que lo fáustico, en palabras de Spengler, seríamos «hombres de color», como los rusos?
Es muy interesante el lugar de Latinoamérica porque América toda es el lugar de Occidente, realmente el occidente empieza con el descubrimiento de América. Hay varias acepciones de Occidente, pero hay una que nos escapa a todos que es la Angloesfera, es la city inglesa, lo que es Occidente. Carl Schmitt lo dice muy bello en un libro que se llama Tierra y mar, «Occidente es la conquista del Atlántico», entonces es la economía de puerto, el comercio, la globalización.
La talasocracia…
Exactamente, la talasocracia es Occidente. ¿Cuál es el lugar de Latinoamérica ahí, en el Caribe, por lo menos? El lugar de la piratería. De hecho, la independencia de Venezuela tiene que ver mucho con esto y empieza con la imposición de la Guipuzcoana que hace que las clases contrabandistas caraqueñas se enfurezcan muchísimo y el primero que sale a protestar es Gual y España; una vez dije esto y casi me caen a golpes los historiadores venezolanos, mantienen el mito de la independencia como una llama encendida todo el tiempo y son capaces de lincharlo a uno por eso.
Acá también se incluiría a Vicente Bolívar, el papá de Simón Bolívar, un contrabandista consumado.
Por supuesto. Venezuela comerciaba con Inglaterra y Holanda más allá de la ley, los piratas…, llega la Guipuzcoana y quiere centralizar esto y crea una gran tensión en la clase caraqueña, entonces ya el negocio se cae. Venezuela es un país de negocitos, desde el siglo XVIII. Yo veo a esa clase caraqueña de 1810 y veo a la MUD, veo a los antecesores, sus antepasados, que hacen una revolución justamente porque se meten con sus pequeños negocios, y seguimos en esa historia.
Para esquematizarlo un poco, en Venezuela se dan figuras colectivas que se repiten con indistinción de los avatares, muy a propósito de que siempre se espera un «Edipo caraqueño», alguien que «mata al padre», alguien que intenta regular, normar…, luego María Corina Machado como una suerte de «Antígona», hay un derecho divino frente al derecho positivo de Creonte, asumido por el régimen de Maduro.
Es muy interesante lo que usted dice, el derecho de mar frente al derecho de tierra. El Estado venezolano como un no-Estado, y su derecho, frente al derecho pirata, que es el derecho de mar, en los términos expositivos de Carl Schmitt. Chávez vendría a aplicar el derecho de mar a la tierra, en él eclosiona esto, puesto que no respetó la propiedad privada, no se respeta la distinción política de enemigo, no hay una juridificación del enemigo.
Por eso es que Chávez se vuelve en el gran nomotheta, el gran hegemón de Venezuela. En el lapso de tres años pasamos de las instituciones republicanas a muy pocos meses tener un gran nomotheta, el gran hegemón de todo, el gran nominador, porque lo que él decía era la realidad, incluso de la oposición. Yo veo a Chávez más bien como ese mandarín en Hong Kong que negocia con el inglés, yo no lo favorezco tanto como tú lo haces, lo veo como aquel que dice «vamos a negociar con los piratas pero a partir de mí».
El arquetipo sería el de cacique, más que hombre de Estado sería un cacique.
El cacique que va a negociar directamente con los ingleses.
Con todo lo que implica ser cacique: atavismo, alta concentración entrópica, economía comunitaria…
Chávez es el cacique que se revela contra la camarilla caraqueña de blancos criollos para negociar directamente con los piratas holandeses e ingleses. Ahí te das cuenta que los blancos criollos son culturalmente muy pobres, y estratégicamente más pobres aún.
Por último, le pregunto ¿cuál sería el papel del filósofo en la sociedad, y muy especialmente en la sociedad venezolana?
Esta pregunta se la hicieron a Gilles Deleuze, él decía que lo único que puede hacer un filósofo como función social es tratar de crear un pueblo futuro, contribuir a la creación de un pueblo futuro, justamente porque él no le habla a la época, le habla a un pueblo futuro que pueda alumbrar una época mejor. Es una función dislocada, sí tiene una función pero no para la sociedad presente sino para la sociedad que aún no aparece pero que se gesta justamente, irrumpe en el presente. Sobre todo en Venezuela hay que crear un pueblo futuro, su principal problema es el pueblo, no porque sea pobre, no por las cosas que decían los racistas antes, porque sean de color, no es ese el problema. El problema es que no es un pueblo todavía. Guzmán Blanco lo ponía muy bien, él es el que inventa la frase «los hijos de Bolívar». Esto no es un pueblo, son capas y capas de población, traídas a la fuerza, emigradas o suprimidas, entonces se inventa la idea de los hijos de Bolívar, que es como la única figura funcional en Venezuela. No somos iguales pero somos todos hermanos porque todos tenemos el mismo padre. Esa es una gran charlatanería que nos ha hecho padecer muchas cosas, de hecho creo que Chávez es la epifanía de esa charlatanería, de esa superstición terrible que fue ese invento de los hijos de Bolívar. Un poco esta penitencia, esta quema de carne, dirían los hinduistas, que ha sido el chavismo, es parte de esto, y ojalá que quemando este karma que es el chavismo superemos esas taras ancestrales y podamos realmente consolidarnos como un pueblo.
Me quedo con la idea de "la vuelta del poder espiritual sobre el poder temporal, cuando otra vez se invierta la relación y el espíritu esté sobre la materia. No pelear contra la materia desde la derecha contra la izquierda, eso es demasiado ridículo y caricaturesco."