Entrevista realizada por Edson Cáceres a Karl Krispin.
Edson Cáceres: Usted se denomina a sí mismo «liberal», aunque comúnmente esa designación sea político-económica, encarna en usted esa oposición clásica entre lo servil y lo liberal, dado que su actividad como escritor es la de ejercer un arte liberal.
Karl Krispin: Sí, el concepto no es solamente político o económico, porque eso daría una definición tremendamente restrictiva, si se quiere, atada sencillamente a los aspectos económicos y políticos. Hay que empezar diciendo que cuando uno es liberal, uno es defensor de la libertad; esa defensa de la libertad debe ejercerse en todos los quehaceres del ser humano, en todas las construcciones civilizatorias que ha hecho el ser humano. Quedaría muy mal conmigo mismo y con mi defensa de la libertad si creyese en la libertad del mercado y no creyese que los seres humanos tengan, por ejemplo, una opción irrefutable de decisión sobre su destino que implica la vida sexual que cada quien vaya a tener. Yo no puedo ser un defensor del mercado y abogar por que la sociedad ejerza controles conservadores sobre el modo como la gente se aparea o se junte en la vida, en absoluto. En ese sentido, me anoto en la corriente de aquellos liberales que defendemos la libertad a toda costa, y que dentro de esa defensa sin tregua, sin cuartel, porque hay que salir todos los días a defender la libertad porque no hay que darla por sentado, que en esa defensa de la libertad estén incluidas las grandes conquistas de la civilización occidental para hacerlas incluso progresivas, ¿Qué quiero decir con eso? Aquí se viene contemporáneamente hablando…, en esa especie de dialéctica entre lo woke y lo conservador, que a mí particularmente me parece un poco estéril, creo que las identidades de género no deben tampoco hacer que a una persona se le generen privilegios políticos por el solo hecho de la forma como tenga de horizontalizarse en una causa, eso tampoco puede generar derechos. Lo que quiero decir es que esa defensa de la libertad tiene que hacerse en términos de ir conquistando para la civilización estadios mucho más interesantes. Cuando se habla desde lo woke o desde ese mal llamado liberalismo americano, cuando se habla de que un pensamiento es progresivo, se restringe sencillamente esa parte, es decir, la progresión en la conquista de los derechos de la civilización debe ser común a cualquiera de los bandos que pugnen por encontrar un reconocimiento, en términos políticos, escriturales, artísticos, económicos, etcétera. Lo que sí hay que tener muy claro es que definitivamente todo patronazgo, en el sentido de toda tutorialidad que se ejerce sobre la libertad, es lo primero que nos hace a nosotros, los defensores de la libertad, saltar para decir «no me defiendan tanto que yo me sé defender solo».
Esa progresividad de la libertad en la civilización occidental empezó en Grecia.
Absoluta y totalmente. Después de la llegada del Imperio Romano, como el Imperio tenía otras concepciones mucho más interesantes, como era la familia o el propio derecho romano. Luego tuvimos en Occidente la irrupción de la Iglesia Católica, como una irrupción también contra ese proceso de libertades que se había iniciado en Grecia. Creo que la libertad realmente, en los términos modernos, tiene apenas unos quince minutos. Yo les decía a mis alumnos que nosotros que creemos tanto en la democracia americana como modelo, que hemos leído a Tocqueville y a los tratadistas de los papeles El Federalista…, pero en honor a la verdad, la democracia americana empieza a ser una democracia en el sentido estricto que nosotros le asignamos a ese término en los años 60 con la decisión del presidente Lyndon Johnson sobre las libertades civiles, porque antes era una democracia restringida a cierta población en los Estados Unidos.
Lo que se puede decir «la clase dirigente».
Exactamente, los afroamericanos no tenían el más mínimo derecho. Sencillamente en una sociedad todos tenemos que ser iguales ante la ley. Yo no creo en la igualdad, porque los hombres no nacemos iguales; creo en la igualdad de los hombres ante la ley. Muchas veces la desigualdad puede actuar de estímulo o acicate para el progreso humano. Yo, comparándome con alguien que probablemente tenga mayores capacidades, en el proceso de imitación de la excelencia, puedo lograr algunas cosas que la igualdad rasa no me daría.
Usted pone la excelencia como un modelo, quiero retrotraer la conversación al hecho de que es un liberal pero en el sentido de las ideas…
Obviamente defiendo dos cosas, en términos de lo político y económico: prefiero un Estado que no me moleste en absoluto y prefiero que el mercado, aunque sea una ficción utópica, se autorregule en la medida de las posibilidades. Eso a veces es difícil, pero en la medida en que le pongamos más escollos, no se logrará. En esas dos cosas creo firmemente.
Por inferencia, usted rechaza tajantemente todo lo que tenga que ver con la socialización de los medios de producción y las tesis socialistas.
Absoluta y totalmente. Creo que estoy codo a codo con John Locke cuando decía que la propiedad privada era un derecho humano.
Profesor, usted apela a la libertad del alma, su ejercicio de escritura es un eco de esa libertad. En ese sentido le quiero preguntar, ¿qué es ser un escritor?
Ser un escritor es ser una persona cuyo medio fundamental de comunicación y expresión ante el mundo es la palabra escrita. Claro, hay muchos tipos de palabra escrita y muchos tipos de escritores. Quizás yo pertenezca al grupo de los escritores…, primero, yo no escribo para absolutamente nadie, ni me interesa contentar a nadie con mi escritura, si alguien lo lee y se pone en mi mismo camino habrá una coincidencia y eso evidentemente te produce dicha, no te produce felicidad, porque como decía Spinoza «la felicidad es la virtud». El tipo de escritura que yo hago se concibe como una escritura que nos lleve hacia el arte, eso solamente se hace a través de la palabra. Te puedo decir, por ejemplo, «te voy a contar un cuento de una mujer en Francia que vivía en provincias, se casa con un médico, se aburre del médico y comienza a engañarlo, so pretexto de la defensa de su propia libertad», yo te estoy contando el argumento de Madame Bovary, pero no es lo mismo contarlo que escribirlo. Es en esa vía escritural cuando uno se encuentra con la orfebrería posible que da la palabra, ahí es que nosotros hacemos arte. La literatura de alguna u otra forma no es que se haya desprestigiado sino que se ha masificado, se cree que por ejemplo, cosas como el Premio Planeta, que se dan a algunos escritores…, las premiaciones del Premio Planeta recientemente son para gente que va a leer una novela en el verano, esa es la novela del verano que enseña algo a la gente, etcétera. Cuando comienzas a leer esas novelas…, leí la última, que es de un equipo de tres escritores, bajo el seudónimo de Carmen Mola…, he desarrollado una capacidad, modestia aparte, absoluta de reconocer si un libro es bueno o malo, leí las diez primeras páginas de esa novela y dije «hasta aquí llegué, no puedo con esto». Cuando digo que «la literatura aspira al arte» y «la palabra aspira al arte», ese es el tipo de escritura que yo necesariamente quiero hacer, realizar, escribir, independientemente de cuantos lectores pueda tener.
Ese es el privilegio del lector-escritor, saber metabolizar lo bueno y desechar lo malo, en términos de literatura.
Creo que la única escuela que puede existir para un escritor es la lectura. Yo he leído desde niño, he leído mucho desde niño. A mí me da risa saber que hay cosas como talleres de escritura. Me parece muy bueno porque quien los da probablemente sea un escritor y tenga algunas dificultades, porque el mundo de los escritores no es precisamente el mejor de los mundos posibles, como decía Pangloss en Voltaire; si eso existe, maravilloso. Pero nadie va a aprender a escribir en un taller de escritura. Vas a aprender a escribir si tienes años leyendo y ni siquiera eso te lo puede asegurar, porque tiene que existir algún talento mínimo, que está de alguna u otra forma ligado a cierta inteligencia que la gente pueda tener, en fin.
Ligado a cierto desenvolvimiento estético.
Muy interesante eso que dices del desenvolvimiento estético, me gusta esa palabra.
En ciertos escritores y en ciertas lecturas eso es evidente. Le confieso que personalmente una de mis intenciones a la hora de metabolizar un libro, de leerlo y pensarlo, es adivinar, conjeturar e incluso atinar cuál es la inclinación estética de quien lo escribe.
Eso que estás diciendo, en la última de las novelas que publiqué, que se llama Ve a comprar cigarrillos y desaparece, uno de los personajes asoma la posibilidad de que la vida de un hombre pueda ser examinada de acuerdo a los libros que leyó. Es parte de la interpretación a lo que es la vida, sea también las épocas, es decir, cuando estuviste habitando en ciertos ambientes literarios que no precisamente coinciden con los ambientes de la realidad.
Esa era una de mis preguntas. Referente a su obra ¿Es posible leer La montaña mágica en nuestros días?, en el capítulo homónimo, usted aborda La montaña mágica de Mann como conteniendo una suerte de vía iniciática. En este sentido, ¿la alta literatura puede considerarse una vía iniciática, y si es así, qué hay al final de esa vía?
Creo que los libros…, la capacidad iniciática o transformadora que pueden tener los libros es meramente individual, los libros no transforman colectivamente. Aquellos libros pensados para transformar colectivamente, léase la Biblia, el Corán, El Capital, el Libro Verde de Gadafi, ya se sabe las miserias que le han traído a los pueblos, a sus lectores, ni siquiera a sus pueblos. La capacidad de transformación del libro se queda en la intimidad con el lector. Ya el lector lo que vaya a hacer a partir de esas revelaciones o de esas…, hay una frase de Henry Miller que me encanta, dice «el hombre que ha conocido la luz consigue la luz», eso lo dice en Big Sur y las naranjas de El Bosco, es una frase que me gusta mucho. Cuando se conoce la luz se pide más luz.
En una suerte de interpretación del «semejante busca al semejante» platónico.
Exactamente.
Profesor, usted parte del axioma «somos lo que leemos». ¿Qué libros significativos son los que han determinado su personalidad?
Creo que es una pregunta muy difícil porque la personalidad es una cosa muy compleja. Un junguiano te diría «¿cómo vas a hablar de un libro si tienes una serie de constelaciones culturales que te vienen influenciando, antes, incluso, de tu propio nacimiento?». Más allá de desarmar la pregunta, que no es mi intención, porque eso lo hacen solo los posmodernos, a mí me molesta un poco ese método de disección y de desarme. Sí te diré que hay algunos autores, más que libros, que me han tocado mucho a mí, pero no sé si para definir mi personalidad. Porque cuando voy al supermercado no sé si pienso en ¡Absalón, Absalón! de William Faulkner, ¿de acuerdo? Pero si me han servido a mí para darme una complexión, si se quiere, espiritual en la vida. No puedo dejar de nombrar la obra de Borges, por ejemplo. Borges es un auténtico maestro. Si tuviese que quebrar lanzas por eso de llevarse un solo libro a una isla solitaria…, que por cierto Chesterton decía que el único libro que se llevaría a una isla solitaria era un manual para construir botes…, yo probablemente podría llevarme las obras completas de Borges. Thomas Mann es un individuo que me gusta mucho, el propio Henry Miller, Álvaro Mutis, el colombiano, Paul Auster, en fin. A veces a mí me dan miedo esas preguntas porque se circunscriben a las lecturas que uno ha hecho recientemente. Quien haya leído el Quijote, yo lo he leído cuatro veces, queda marcado de por vida por esa ruta literaria, realmente. La poesía también. Herder decía que «la poesía era la lengua materna de la humanidad». Yo comencé escribiendo poesía a los once años y destruí todo cuanto había hecho a los veintisiete, y como el ave fénix de entre esas cenizas renací literariamente para escribir una cosa completamente diferente. Pero siempre he sido un lector de poesía. A mí la obra de Eliot me gusta muchísimo.
Usted curó su escritura.
Curé mi escritura, absolutamente. Creo que los escritores, además, debemos tener la valentía…, hablando de valentía también me gusta mucho Cortázar, la obra de Sábato me fascina, los argentinos en general son gente que se comunica muy bien literariamente…, pero los escritores debemos tener la valentía de poder admitir que nuestra obra no es buena en algún momento dado y destruir absolutamente lo que hemos hecho para comenzar de nuevo, y ahí está la frase de Cortázar, «nada está perdido si tenemos el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo».
A propósito de la pregunta de qué es ser un escritor, deseo preguntarle ¿qué es ser un escritor en Venezuela?
Esa es una pregunta aún más complicada, alguna vez me hicieron esa pregunta y yo respondí al rompe que «ser escritor en Venezuela era como ser oceanógrafo en Bolivia». Ser escritor en Venezuela es algo infeliz, si tú estás buscando la respuesta del público. El problema también es que muchos de los escritores están buscando la respuesta del público, están buscando el aplauso de la galería, el reconocimiento; de nada de eso se trata, se trata de escribir y que cuando uno termine una novela o un libro de ensayos estar tan contento con eso que uno tenga ganas de publicarlo y seguir en otro proyecto. Pero a la vez te digo que pese al ambiente un poco, si se quiere, restringido, de Venezuela, a pesar de que en Venezuela históricamente se publicaban muchos libros, no sé si para engrosar los anaqueles o para ser leídos, lo cierto es que toda comunidad de lectores es por naturaleza pequeña, aún en las comunidades pequeñas o las que son más pequeñas de lo habitual, siempre hay algún eco de lo que uno hace. El problema es que yo o cualquier persona que desea ser escritor no puede plantearse la premisa mayor de «cómo ser escritor en Venezuela», porque eso sería asumir una suerte de parroquialismo, tú tienes que ser escritor para el mundo, tienes que ser escritor para el idioma, tú te tienes que casar de una forma absolutamente santa y bendecida con el idioma castellano y ahí no hay otra devoción posible.
De hecho, un signo de provincianismo escritural en Venezuela lo designó Ernesto Borges con la frase «en Venezuela los escritores están para ser citados pero no para ser leídos».
Eso me parece una frase estupenda. Yo trato de evitar la compañía de escritores…, no porque trate de evitar, porque tengo algunos muy amigos escritores, y son muy amigos míos. Pero cuando alguien me pregunta «¿y tu generación?», yo no pertenezco a ninguna generación de escritores, ni soy de la Generación Perdida, ni soy del Boom, ni de ningún movimiento literario, porque el oficio del escritor es individual, absolutamente. Si yo me encontrase ante el pavor distópico de una generación que escribe igualito a mí, pues sencillamente dejaría de hacerlo, en fin. Cosificamos el oficio, de alguna u otra forma manufacturamos una palabra única y eso no tiene el más mínimo sentido, de modo que yo preferiría pensar qué es ser escritor de la lengua castellana, que es para lo que yo realmente me preparo mucho más. Pienso también que en el mundo anglosajón no les interesamos demasiado, pero si nosotros tenemos un universo de seiscientos millones de hispanohablantes, creo que por lo pronto nos basta con eso, realmente, y no lo digo en términos de mercadeo, esa cuestión horrorosa que existe por allí, sino en términos de la defensa del lenguaje, porque la defensa del lenguaje es la defensa de tu identidad.
A propósito de que el lenguaje es otra forma de decir «política». En ese sentido, usted acaba de decir que el escritor ejerce su actividad de forma individual, le pregunto ¿qué es ser un escritor respecto de la comunidad política, como lo colectivo?
Creo que el escritor no puede permanecer al margen de los problemas políticos de su tiempo. Respetando las diferencias que cada quien pueda tener, a mí me resulta realmente alarmante que alguien en el siglo XXI esté publicando novelas históricas, porque eso es un viaje en la máquina del tiempo, te encontraste con Tony y Douglas pero de la máquina del tiempo literaria, y te fuiste hacia atrás. Los escritores tienen que encarar el tiempo que viven, tienen que fijarse en los problemas que viven, y obviamente como no pueden ser ajenos a los problemas políticos, de alguna u otra forma hay que tomar partido, lo cual no quiere decir que tu literatura se convierta en una vía panfletaria para denunciar los problemas de la sociedad. Chéjov decía que el escritor podía denunciar los problemas de la sociedad pero no estaba en ninguna posibilidad de resolverlos. Hay que tener cuidado con eso. Pero tampoco creo en los escritores que están encerrados en una torre de marfil, el escritor tiene que sumarse al tracto de la historia y de allí ver los temas que le obsesionan, porque tampoco es que va a recolectar temas a su alrededor sino que los temas le llegan a él por una visión del mundo muy particular y por una obsesión.
Yendo de lo político, de ese macro a algo más macro, al siglo si se quiere, ¿cómo es ser un escritor en el siglo XXI?
Creo que es exactamente igual a ser un escritor en el siglo XX o en el siglo XIX, cada tiempo tiene sus problemas, sus escollos, sus soluciones. Debería ser más fácil ser un escritor en el siglo XXI, ¿por qué?, porque te metes en Wikipedia y quieres saber qué estaba pasando el año pasado en algo y Wikipedia te lo da. Los niveles casi histéricos de información que manejamos nosotros son muy interesantes. Creo que la gente lee más, se critica mucho el teléfono celular y todas las redes pero la gente lee más, porque entra en Twitter y se encuentra con un artículo que le interesa, lo remite a otra información, de modo que hay un mayor nivel de lectoría. Debería ser más fácil pero es la misma pregunta que nosotros hipotéticamente nos podríamos hacer «¿qué habría hecho Wolfgang Amadeus Mozart con una computadora?». El problema no son los medios sino la capacidad de decir algo ante la sociedad y ante la historia.
Personalmente soy partícipe de la tesis de que los medios y condiciones materiales de un tiempo específico efectúan el alma del sujeto, la generan, la condicionan, en ese sentido me parece pertinente la pregunta anterior puesto que vivimos en una era digital.
Es más fácil para todos, yo puedo editar un libro con la ayuda de una app y lo puedo poner en el mercado sin que exista la intervención de agentes literarios, de editorial, lo puedo poner en Amazon, que es una especie de supermercado mundial, pero eso no garantiza absolutamente nada. Lo importante es lo que está dentro, no el modo de llegar a desarrollar una obra literaria, o el modo como se tiene de que esa obra dialogue con el tiempo histórico que le ha tocado vivir.
Hablando también de las obras póstumas, obras…, incluso en el caso que usted citó, de Spinoza, que generó un sistema de pensamiento que no fue publicado en vida.
No solo Spinoza…
Kafka…
Kafka sí publicó en vida, por ejemplo, La metamorfosis en vida y se la publicó Fischer Verlag, pero Kafka no quiso que se conociera la obra…, acabo de terminar un libro de ensayos que se llama La motocicleta de Kafka y otros ensayos, y es muy curioso el caso de Kafka. Milan Kundera hablaba de la kafkología, como esa especie de angustia, del hombre angustiado. Pero resulta que es que Kafka, y cuando se lo digo a las personas, claro, no han leído a Kafka, no lo entienden, era un gran humorista realmente y se burló de todos nosotros. Kafka tuvo a Max Brod que desoyó la recomendación que se le hizo. Pero se tiene un caso terrible, el caso de Herman Melville, murió en el olvido y casi en la miseria, habiendo escrito prácticamente el más grande monumento literario de la historia de los Estados Unidos que es Moby Dick, es decir, cuántos escritores no han sabido que eran lo que eran y que luego de su muerte se dieron a conocer.
Me permito parafrasear una cita suya profesor, «las obras se tienen que poner a circulación de la comunidad». No hay preestablecimientos, no hay parámetros preestablecidos impuestos por el autor…
Absolutamente no. Thomas Mann decía que «La montaña mágica había que leerla dos veces», estaba completamente equivocado, la gente la leía una vez o las veces que quisiera, yo me he leído La montaña mágica cuatro veces. El autor no puede dar una guía lectora, ni una guía de composición, ni una guía de entendimiento de su obra. A todos aquellos que lo dicen hay que olvidarse completamente de ello. Dentro del mismo espíritu de lo que acabas de decir te cito una frase del intelectual mexicano Gabriel Zaid que decía que «publicar una obra literaria era ponerla en medio de una conversación», ya le pertenece al público y al autor no le queda sino mirarla con alguna nostalgia, con alguna honra o con algún cariño, más nada.
Incluso vergüenza. Quiere decir que las obras exceden al autor y en ese sentido se hace pertinente lo que usted hizo, curar la escritura, para no sentir vergüenza de ciertas obras que se pudieron haber publicado, ciertas ideas, tratamientos…
Lo que dices de curar la literatura le corresponde exclusivamente al autor cuando escribe la obra. Hay también una tendencia últimamente con toda esta cosa terrible de la cancelación de la cultura, estamos comenzando a ver la edición posterior de una obra a espaldas de la voluntad de un autor, creo que eso es inaceptable bajo todo punto de vista. Prefiero que no me lean pero que no me modifiquen ni una coma.
Sobre todo también porque el proceso interno de la escritura se relaciona con un oficio, es una composición, a pesar de que es algo espiritual, también es una hechura, como lo puede ser la artesanía, la orfebrería, por ejemplo.
Profesor, usted en El otro Borges expresa que la tarea del escritor-Borges fue la de la creación y justificación del mundo, para el escritor-Krispin, la letra, la creación literaria, ¿puede contener y justificar al mundo?
Justifica y contiene el mundo desde mi perspectiva, de eso no cabe duda. Que esté equivocado o que esté en lo cierto, ya eso no es un problema del escritor sino de los lectores, realmente. Esa especie de planteamiento que hace un escritor de lo que lo rodea es una recreación de las cosas, definitivamente. A eso no hay que tenerle miedo, es decir, eso lleva a cierta grandilocuencia de pensar que el escritor es un pequeño dios, pero es un pequeño dios ante su hoja de papel o su hoja de computadora vacía.
Por ejemplo vemos a Hesíodo que con su Teogonía intentaba, de forma mitológica, contener al mundo. Es decir, en la tarea del escritor, en la letra, de cierta forma, también planteado por Borges, el mundo puede ser contenido en una letra, en un símbolo, a propósito del sentido de la gematría, que un conjunto de caracteres pueden contener al mundo.
Ese además es el fundamento de la cábala judía, cómo crea Dios al mundo con unas palabras secretas. Esto es muy interesante, lo cuenta Italo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio..., hay una anécdota relacionada con Fernando el Católico…, se sabe o ciertas corrientes crípticas señalan que la posesión de un nombre es la posesión del objeto, de modo que la posesión de un reino implica conocer una palabra sagrada, críptica, oculta, arcana, que implique también la posesión del reino. La anécdota es que a Fernando el Católico una hechicera en un mercado le ofreció el nombre secreto de Francia, entonces Fernando no lo pudo comprar porque no cargaba dinero ese día.
Esto remite al hecho de que Adán para poseer la tierra nominó, nombró.
Exactamente. Paul Auster dice que todo lo que uno escribe sucede. Creo que esas relaciones entre la palabra y el hecho son una cosa que, más allá de la cuestión esotérica-críptica que encierre, es un tema completamente fascinante.
En sentido hegeliano vendría a ser el desenvolvimiento del Espíritu que se expresa a través de palabras. Lo que se contiene en el medio indica lo que está al principio y lo que puede estar al final.
Lo que te quería decir es que también en el libro mío hay un ensayo sobre Laurent Binet, un escritor francés muy interesante, el cual tiene una novela que se llama La séptima función del lenguaje, él le inventa a Roman Jakobson la tesis de la función performativa del lenguaje, que es que cuando uno posee las palabras las cosas suceden de alguna u otra forma, es una novela maravillosa.
Cambiando un poco el cariz del discurso profesor, le quería preguntar sobre su relación con lo alemán, y dentro de esa pregunta, también su relación con Miguel von Dangel.
Mi relación con lo alemán viene dado por el hecho de que mi abuelo era alemán, que hablo alemán y que he tenido una relación cultural sobre todo con lo alemán, he hecho algunas investigaciones sobre migración europea en Venezuela, etcétera, pero es un tema secundario. Miguel von Dangel, a quien yo entrevisté para un libro que hice llamado Alemania y Venezuela 20 testimonios, yo no lo conocía, sabía perfectamente quién era y conocía su obra. Me pareció un tipo absolutamente fascinante, a partir de ese momento me hice muy amigo de él, y me pareció un autor absolutamente auténtico dentro de la pleiad de artistas venezolanos, porque era un tipo completamente insobornable, su arte anteponía cualquier comunicación con el mundo. La entrevista con él además…, yo le di el doble de lo que le había otorgado a todo el mundo y mi introducción hacia Miguel von Dangel también ocupa mucho más espacio, ¡pero es que claro, todo el libro debió ser sobre von Dangel nada más!
Pese a que él es muy difícil de interpretar, su pintura es muy difícil de interpretar, por eso se hace pertinente darle el lugar que se merece.
En los últimos años él estaba haciendo una especie de recuento artístico de la historia de la civilización en unos libros que hacía maravillosos que tuve la oportunidad de verlos muchas veces en su casa, se llamaban Desesperanto. Era una cosa curiosa, obviamente una conclusión tremendamente pesimista ante lo que nos rodea, que la historia de la humanidad es la historia de la desesperanza.
Tocante a esa relación del esperanto como lenguaje universal y lo que le pregunté más arriba, que el lenguaje posiblemente puede contener al mundo, a la historia. Se cumple de cierta forma el dicho latino ut pictora poesis, tanto la pintura como la poesía, es decir, la pintura puede contener lo que la poesía, que a fin de cuentas es el mundo, en ese diálogo de usted con von Dangel.
Creo que hay que volver un poco a reivindicar si se quiere cierta divinidad en el lenguaje del arte, que hace a un artista. John Keats decía que el artista era un medio entre el lenguaje divino y el lenguaje humano y que el poeta sencillamente era un traductor de las grandes palabras del lenguaje divino.
En el Ion de Platón eso se designa como «entusiasmo», estar infundido de los dioses.
De dios, de energía, de lo que tú quieras llamar, de los grandes maestros. En todo caso es un lenguaje que trasciende el hecho de la realidad, por eso el arte tiene que ser tan especial, porque es un lenguaje que solamente se aprecia, lo que tú decías en esa especie de desenvolvimiento estético. Una persona que está aprendiendo a comer, un bebé que está aprendiendo a comer, tú no lo puedes poner a comer beef bourguignon, que es un alto plato de la gastronomía francesa, tú le tienes que dar una papilla, porque hay que educar el gusto, y la educación del gusto, en la medida en que lo educas a través del arte pues vas a tener una visión del mundo mucho más interesante y tremendamente mucho más útil para con tus contemporáneos.
El escritor también funge, en un sentido atávico, como un intérprete de las cuestiones tanto del mundo en general como del mundo particular.
Probablemente en un mundo animista los escritores seríamos todos piaches y sacerdotes.
En las Cuevas de Altamira los dibujos de animales en las paredes son símbolos también. En la imagen hay una prefiguración de lo que puede ser un sistema de signos, digamos, una lengua escrita.
Es una cosa interesante lo que dices, porque el lenguaje del arte, que está cargado de símbolos, no puede ser evidente, porque la comprensión del mundo no es evidente y entonces tiene que ser un lenguaje…, como es un lenguaje usurpado a los dioses, es de difícil comprensión.
Profesor, ¿puede hacer algunas recomendaciones a los jóvenes escritores?
A lo largo de tantos años que tuve como profesor en la universidad hacía que mis alumnos siempre leyeran una obra literaria, eso le despertó el apetito literario a muchas personas y mucha gente llegaba a mi oficia y preguntaba qué debía hacer y yo le decía «lo primero que tienes que hacer es leer; después que has leído, seguir leyendo; después que has leído la primera vez, la segunda y la tercera, seguir leyendo aún más, y si tienes algún atrevimiento, siéntate a escribir». Hubo un caso, probablemente el único caso de alguien que se pudo convertir en escritor o que estuvo en el proceso de convertirse en escritor en esos años, que alguna vez me trajo un manuscrito, ya le había dicho lo de las recomendaciones de lectura, siempre le daba libros para que leyera, recomendaciones, etcétera. Una vez me trajo un manuscrito, lo leí, se lo entregué y le dije «siga leyendo», pasaron dos o tres años, me trajo otro manuscrito, lo volví a leer y le dije «siga leyendo», porque yo soy tremendamente exigente en eso…, hay que ser exigente para todo, porque si te vas a sacar una licencia de conducir y no sabes lo que es el retroceso, bueno, no te pueden otorgar una licencia de conducir, lo mismo vale para el arte. Este proceso se vivió durante unos cuatro años y finalmente me trae un manuscrito, lo leo y le digo «si yo estuviese en tus zapatos, lo publicaría, eso no quiere decir que tú estás graduado de escritor, ahora comienza la parte más difícil que es comenzar a subir cada uno de los peldaños de la escalera, una escalera que no termina nunca…», esto puede ser incluso una imagen de algún cuento de Kafka, una escalera que no lleva a ninguna parte, esa es la vida del escritor, de alguna u otra forma, «… que no vas a tener ni la recompensa del público, ni el reconocimiento, ni el entendimiento de los que te rodean. Pero si aún tú así quieres seguir haciéndolo, continúa haciéndolo», y ha continuado felizmente haciéndolo. De modo que, la única recomendación que puedo darle a la persona, a los jóvenes escritores…, si ya son jóvenes escritores no sé si hay que darles alguna recomendación, porque probablemente estén tan seguros de sí mismos que ya saben lo que tienen que hacer…, pero la lectura es irrenunciable.
La recomendación a la lectura es otra forma de decir que se inserten en el diálogo con las grandes ideas, con los grandes autores, y que en el caso de Venezuela, que se deje el provincianismo.
Totalmente. En el caso de Venezuela no solo hay que leer a sus escritores, hay que leer a sus poetas, a sus historiadores, y hay que conocer realmente de qué se trata todo esto, este proyecto que sigue sin arrancar, históricamente hablando, o que ha arrancado y se ha detenido…, el tema venezolano es muy doloroso pero es un tema que hay que enfrentar, para lo cual creo que lo único que tenemos que tener en cuenta es que fracasamos irremisiblemente y que solo con la base del fracaso y de saber que fracasamos es que podremos hacer algo hacia el futuro.
En términos históricos puede ser una ventaja, una ventaja dolorosa, tocar fondo para generar respuestas a ese fondo.
Lo último que deseo preguntarle son sus recomendaciones sobre libros, películas y música.
Yo lo único que escucho es música clásica... Con la música también pasa como con la literatura, si nunca has escuchado música clásica, y hablo de ésta porque es la manifestación más elevada de la música, llegas un día y decides escuchar a Philip Glass, o decides escuchar Tristán e Isolda de Richard Wagner, la ópera más importante, probablemente, escrita en la historia de la humanidad, sencillamente vas a quedar en medio de la desolación de la incomprensión, porque nuevamente estamos hablando de un proceso de aprendizaje y un proceso de interacción estético, para robarte la palabra tuya que tanto me gustó. Cuando te hacen estas preguntas así como para las revistas de consultorio «nómbreme un libro que lo impactó», ¡todo el mundo nombra El Principito, obviamente!, pero eso es absurdo, nada se puede restringir a un libro o a una película. Con el cine pasa exactamente lo mismo. Me da la impresión, esto es una tendencia que estoy desarrollando, que hay que mirar muy de cerca este nuevo cine que se está haciendo en interacción entre México y Estados Unidos. La obra de Alejandro González Iñárritu es una cosa colosal, absolutamente. He visto algunas películas últimamente como Bardo o Revenant, considero que no solo hay gigantismo creacional sino inmensos recursos poéticos que se están utilizando, para alguien que esté habituado al cine creo que la recomendación de acercarnos a la obra de González Iñárritu es valedera. En materia musical como te digo, es como compendiar la historia de la humanidad para dar una gragea, es decir, te tomas a Vivaldi con los concerti grossi y entonces sencillamente vas a tener una epifanía barroca, bueno sí y no. Tanto la música como la literatura, e incluso la pintura, tienen un ciclo, tienen un comienzo y un desenvolvimiento. Es como tratar de tomar un tren que está en camino, es casi suicida. Las recomendaciones van de acuerdo a ese nivel de formación de la persona. Sí recomendaría a quienes tengan la paciencia y la valentía de leernos a ti y a mí en esta entrevista que lean un poco más de literatura venezolana.
En el caso de la música usted es partidario de la opinión de Schopenhauer, la música como una manifestación de la metafísica.
Schopenhauer se refería al nóumeno, en ese sentido…, Tristán e Isolda es una ópera schopenhaueriana totalmente. En el primer acorde de Tristán e Isolda, el acorde se completa tres horas y media cuando se está finalizando la ópera, que es ya la epifanía. Por eso es que es muy difícil hablar de música.
Es como una gimnástica espiritual.
La música es irrenunciable también, no puedo dejar de escuchar música. Pero sí recomendaría a las personas que nos pudiesen leer que se acercaran más a la literatura venezolana, no por otra cosa sino porque hay algún desdén hacia ella, y creo que tú puedes desdeñar lo que conoces, en ese sentido, el pensador irlandés Edmund Burke decía que los prejuicios eran una forma de defender una cultura y una civilización. Tú puedes desdeñar lo que tú conoces, pero no puedes desdeñar lo que no conoces. Puedes tener prejuicios para lo que tú vives pero no para lo que tú no estás preparado. Me da la impresión de que en la literatura venezolana hay gente que está haciendo cosas muy interesantes, merece la pena por lo menos la mirada interesa de algún público que quiera leerla.
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