A través de la experiencia el hombre es capaz de adquirir conocimientos. No obstante, la pregunta que torna sobre la naturaleza de la experiencia comporta mucha relevancia al momento de determinar los límites epistemológicos del ser humano. La fenomenología intenta responder la incógnita sobre la experiencia, problematizando y desarrollando nuevos marcos de comprensión universal.
Por: Giann Di Giuseppe
¿Qué es la experiencia? Ante una pregunta un poco trivial, y hasta banal, se esconden los restos de un problema filosófico antiguo y profundo. Distintas interpretaciones realizadas por varios pensadores han aportado al concepto una carga altamente reflexiva. Una definición preliminar se puede extraer de Ferrater Mora (2008) cuando afirma que la experiencia es: “La aprehensión por un sujeto de una realidad” (p.328) Ahora bien, tomando esta definición, lo que sigue es intentar entender lo que resulta de ese concepto, de esa forma de aprehensión, de cómo se ha entendido y sus implicaciones.
Para generar una perspectiva comprensible del problema será necesario ubicar un punto temporal en la historia de la filosofía en el cual el tema de la experiencia se haya desarrollado y discutido formalmente. Por este motivo se empezará por esbozar de forma muy general la problemática a partir de lo que se denomina la filosofía moderna. Este periodo se inaugura con Descartes (1596-1650), y posteriormente se desarrollan de forma contraria dos doctrinas de pensamiento, a saber, los racionalistas (Descartes, Spinoza, Leibniz, Wolff) y los empiristas (Locke, Berkeley, Hume), ambas enfocadas en el problema del conocimiento y la experiencia.
El primer grupo se caracterizaba por encontrar las verdades objetivas a través de la razón, dejando de forma parcial lo aprehendido a través de la experiencia, ya que, según estos, los conocimientos que se obtienen por medio de la sensibilidad pueden engañar a la conciencia, la cual es la única que puede acceder a verdades universales. Véase un ejemplo para ilustrar: un hombre se encuentra remando en un río en donde debe colocar el remo en el agua para tomar impulso. Una vez colocado el remo en el agua se puede observar una suerte de doblaje en el remo sumergido. No es que el remo mágicamente ha decidido doblarse, o que el agua es capaz de doblar un remo. En cambio, el agua produce un efecto visual que hace ver al remo como si este estuviese doblado. Ahora bien, no sería sensato afirmar que el remo, una vez dentro del agua, esté roto o doblado. En realidad, el remo nunca dejó de estar recto, solo que los sentidos, a causa de esta ilusión visual, concluyen que el remo no está derecho. Tal afirmación resulta en un juicio no veraz. De esta forma se entendía que la experiencia sensorial podía distorsionar cualquier juicio con intenciones objetivas. Siempre la razón debía ser la generadora de la verdad.
Por otra parte, los empiristas consideran lo contrario sobre la experiencia. Mientras que aquellos la desdeñaban o la mantenían a raya, los empiristas afirmaban que era a través de ella que el conocimiento adquiere su potencia. La muy distinguida frase “Como tabula rasa” de Locke es el ejemplo perfecto para exponer esta doctrina: la conciencia sólo adquiere el conocimiento que puede ser objetivo únicamente mediante el uso de la experiencia, no existen ideas innatas y, en un caso radical como en Hume, incluso lo único existente son las impresiones de la experiencia. Tomando de nuevo el ejemplo del remo: únicamente sé si el remo está recto o doblado si efectivamente sé lo que es un remo, su estructura y composición. La única forma de conocerlo es teniendo experiencia de él.
La experiencia toma un papel protagónico en la obtención de los conocimientos necesariamente válidos. Para poder lograr una comprensión de la realidad, es necesario un acto de experiencia, pasiva o activa, de dicha realidad.
No sería hasta Kant (1724-1804) en donde ambas corrientes de pensamiento lograrían su sinterización y al mismo tiempo una superación. En su libro capital La Crítica de la Razón Pura se explica que:
No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia. Pues ¿cómo podría ser despertada a actuar la facultad de conocer sino mediante objetos que afectan a nuestros sentidos y que ora producen por sí mismos representaciones, ora ponen en movimiento la capacidad del entendimiento para comparar estas representaciones, para enlazarlas o separarlas y para elaborar de este modo la materia bruta de las impresiones sensibles con vistas a un conocimiento de los objetos denominado experiencia? Por consiguiente, en el orden temporal, ningún conocimiento precede a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella. (Kant, 1781, p.62)
De esta forma, la experiencia toma un papel protagónico en la obtención de los conocimientos necesariamente válidos. Para poder lograr una comprensión de la realidad, es necesario un acto de experiencia, pasiva o activa, de dicha realidad. Se necesita sentir y vivir un aspecto determinado del mundo para poder experimentarlo y generar de allí un conocimiento. No existe, tal como afirma Kant, algo que preceda la experiencia.
Es importante destacar, así sea brevemente, el proyecto filosófico de Kant al momento de escribir la Crítica de la Razón Pura, a saber, entender los límites de nuestro conocimiento alejado de toda pretensión metafísica que se encuentre fuera del alcance de nuestra facultad de razón. Por este motivo se encuentra en la experiencia empírica un factor predominante como el inicio de todo conocimiento; alejado de cualquier aspiración de entender lo que va más allá de la física, es necesario partir de lo sensible y físico. Además, influido por los avances científicos y matemáticos de la época moderna, Kant pretendía desarrollar una comprensión de la capacidad de la razón para generar conocimientos universalmente válidos. A estos conocimientos se les conoce como a priori, es decir, aquellos conocimientos “que no los derivamos inmediatamente de la experiencia, sino de una regla universal que sí es extraída, no obstante, de la experiencia.” (Kant, 1781, p.63). Por otro lado, se contraponen los conocimientos a posteriori, los cuales “son el conocimiento empírico[...] (que se obtienen únicamente de forma posterior) mediante la experiencia.” (Kant, 1781, p.63). Cabe destacar que los conocimientos a priori son necesarios, es decir, que su validez es universal e independiente de toda experiencia, por ejemplo 2+2=4; no es necesaria una experiencia de una proposición matemática para acertar su validez. En cambio, los conocimientos a posteriori son contingentes, esto es, que no ocurren siempre y no son válidos universalmente. Decir, por ejemplo, que Joe Biden es el presidente de los Estados Unidos es válido, sin embargo, no es algo que pueda entender sin antes tener una experiencia de ello.
No obstante, a pesar de que todo conocimiento empieza por la experiencia “no por eso procede todo él de la experiencia.” (Kant, 1781, p.62). Kant argumenta, siguiendo el esquema de pensamiento delimitado anteriormente, que únicamente es válido aquel conocimiento a priori universal. Si se quiere obtener algún tipo de información certera y veraz en todo momento, entonces es necesario que eso que se esté experimentando sea siempre igual, siempre un conocimiento puro.
“En la medida en que ha de haber razón en (las) ciencias, tiene que conocerse en ellas algo a priori, y este conocimiento puede poseer dos tipos de relación con su objeto: o bien para determinar simplemente éste último y su concepto o bien para convertirlo en realidad.” (Kant, 1781, p.45)
Ahora bien, esta pretensión por alcanzar un conocimiento universal es debido, y se ha mencionado antes, a que el espíritu de la filosofía moderna era uno sediento por alcanzar el conocimiento objetivo y entender la forma de obtenerlo. Desde los aludidos racionalistas y empiristas, la teoría de conocimiento constituye la médula espinal de los programas filosóficos de la época. Además, se suma el hecho del advenimiento de la ciencia, la cual proponía verdades universales que eran experimentadas y comprobadas. Por estos motivos el pensador moderno adopta los métodos matemáticos y lógicos de las ciencias como punto de partida o referencia para su filosofía.
A finales del siglo XIX y a principios del XX, una nueva filosofía con pretensiones a ser autosuficiente aparecería, a saber, la fenomenología. Su fundador Edmund Husserl (1859-1938) y sus discípulos más próximos tales como Martin Heidegger (1889-1976) y Max Scheler (1874-1928) consolidaron este nuevo acercamiento a un método filosófico que hasta el día de hoy sigue vigente y es aplicado a distintas investigaciones tanto filosóficas como en las ciencias sociales.
Sin embargo, la fenomenología, a diferencia del empirismo o el idealismo trascendental, no presupone que la experiencia sea sensible, en cambio, es la misma experiencia el problema principal de esta filosofía.
El carácter fundamental de la fenomenología es su “vuelta a las cosas mismas”, cosas que son adoptadas a través de la experiencia, la intuición, tal como Kant había advertido. Sin embargo, la fenomenología, a diferencia del empirismo o el idealismo trascendental, no presupone que la experiencia sea sensible, en cambio, es la misma experiencia el problema principal de esta filosofía. “La experiencia es el nombre del problema” (Patocka, 2005, p.20) Esta es la cuestión primaria, el entender qué se comprende como experiencia para así generar un camino de conocimientos válidos, ya que, según la fenomenología “La filosofía no está en los dominios de la profundidad, sino en los dominios de la claridad, una claridad que quiere desplegarse completamente ante nuestra vista” (Patocka, 2005, p.22). De esta forma se obtiene un conocimiento que es en sí válido para cualquiera que se adentre en el objeto de estudio, debido a que la forma de penetrar, de intuir, de estructurar y de ver lo que se quiere entender es universal para todos, aprehendiendo la realidad como se da. A esto aspira la Fenomenología, y la experiencia es el inicio de todo.
Bibliografia:
Kant, I. (1781) Crítica de la razón pura. Editorial Tecnos.
Patocka, J. (2005) Introduccion a la fenomenología. Herder
Giann Di Giuseppe (1999)
Actualmente es estudiante de Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana (UNIMET).
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