Gilles Deleuze invita a pensar diferente, salir de los esquemas tradicionales de reflexión y filosofía para adoptar una nueva forma de entender la realidad, experimentarla y crear. La experiencia que resulta de invertir el platonismo es la apuesta de Deleuze en el mundo contemporáneo.
Por: Giann Di Giuseppe
El filósofo francés Gilles Deleuze (1925-1995) nos presenta, a modo de invitación y al mismo tiempo como apertura a su proyecto filosófico, invertir el platonismo. Ahora bien, ¿Qué constituye esta inversión? ¿Cómo es posible? Y ¿Cuáles son sus consecuencias? Para entender mejor lo que plantea Deleuze es importante rescatar brevemente lo que se entiende por platonismo y por qué, a pesar de que la filosofía desde Aristóteles en adelante apareciese como una inversión del platonismo, se sigue hablando de una esencia, Idea, sustancia o cosa en sí.
Se entiende comúnmente por platonismo el sistema de las Ideas o Formas propuesto por Platón. Este sistema señala lo siguiente: El mundo físico, contingente y móvil, lleno de copias y simulacros, es un mundo viciado. El hombre se encuentra en un plano donde observa imitaciones y objetos perecederos; desde las cosas hasta las pasiones son consecuencia de este mundo. A su vez, el mundo físico posee una contraparte, a saber, un mundo ideal, con la Forma real e idéntica de las cosas y de los valores; una silla real, el concepto idéntico del Bien, y así sucesivamente. Esta contraposición constituye la globalidad del mundo, que enmarca el plano físico (accesible en lo fáctico) y el mundo ideal (accesible únicamente a través del pensamiento filosófico). Este esquema ha sido tomado como ejemplo en distintos sistemas que reclaman una inversión del platonismo. Por un lado, Aristóteles invierte la estructura ideal colocando el concepto de sustancia ya no atado a una idea sino a las cosas; más adelante en el desarrollo de la filosofía se hablará de una cosa en sí, la cual representa la realidad del objeto y de la cual solo podemos conocer sus fenómenos[1]. Aun así, en esos intentos de inversión se sigue manteniendo una estructura relativamente similar a la propuesta por Platón, con una motivación de asociación y diferenciación.
Deleuze propone otra lectura de Platón, una que permita “sacar a la luz esta motivación, acorralar esta motivación, al igual que Platón acorrala al sofista” (Deleuze, 1969, p. 321). ¿De qué motivación está hablando Deleuze? Se trata de “establecer la diferencia [...] una voluntad de seleccionar, de escoger” (Deleuze, 1969, p. 321). El método del platonismo es un “método de la división” (Deleuze, 1969, p. 321). Ahora bien, la división no va dirigida a especificar un género o una especie, en dividir lo que va de un lado y lo que va en otro; lo que se divide es, en cambio, a los pretendientes, “distinguir el puro del impuro, el auténtico del inauténtico” (Deleuze, 1969, p. 322). Deleuze nombra a esto como una “dialéctica de la rivalidad, una dialéctica de los rivales y de los pretendientes” (Deleuze, 1969, p. 322). Pero ¿Qué se pretende?, nada más que la propia Idea, lo que es puro en sí. Se tiene una Idea perfecta de algo, y la dialéctica de Platón trata de dividir a aquellos pretendientes que sí tengan algún tipo de semejanza o inclinación a la Idea de los falsos pretendientes. Por ejemplo: podemos dividir a los filósofos de los sofistas, ya que los primeros buscan las Formas, que son —para Platón— lo que debe buscar la filosofía: un pretendiente fundado. Por el contrario, los sofistas aparecen como un falso pretendiente o simulacro, que no posee semejanza de lo cual se pretende. Otro ejemplo sería el de Dios y el Hombre: el hombre en tanto copia de Dios es capaz de acceder a Él, sin embargo, el resto de las cosas e incluso el hombre que peca no pueden acceder a Dios: son simulacros.
¿Qué se pretende?, nada más que la propia Idea, lo que es puro en sí. Se tiene una Idea perfecta de algo, y la dialéctica de Platón trata de dividir a aquellos pretendientes que sí tengan algún tipo de semejanza o inclinación a la Idea de los falsos pretendientes.
Platón, muy inteligentemente, otorga a su dialéctica de la rivalidad distintas capas de fundamentación, para que de esta forma resulte difícil escapar del círculo del fundamento, el objeto de pretensión y el pretendiente. El mito concede, en este sentido, una forma de fundamento: el mito realiza un escenario en el cual se propone una imagen fundada, y a partir de dicha imagen es donde se juzgan a los pretendientes. El mito de la caverna es, por ejemplo, la fundamentación del espíritu filosófico, que desacredita cualquier tipo de pretendiente que no siga esta imagen, es decir, a los simulacros. A su vez, el objeto de pretensión es aquel que se busca obtener, sea un puesto político o una profesión. Finalmente, el pretendiente es aquel que quiere participar en el objeto, la persona que se cree copia y no simulacro. “Se trata de asegurar el triunfo de las copias sobre los simulacros, de rechazar a los simulacros, de mantenerlos encadenados al fondo, de impedir que suban a la superficie y se “insinúen” por todas partes” (Deleuze, 1969, p. 325).
Ahora bien ¿Qué son las copias? ¿Qué son los simulacros? Las copias son aquellos pretendientes bien fundados (Los filósofos que buscan la idea, el hombre como copia de Dios); participan de una forma u otra en la idea que fundamenta su pretensión. Los simulacros, por otro lado, son “Cómo los falsos pretendientes, construidos sobre una disimilitud, qué implica una perversión y una desviación esenciales. [ …] El simulacro es una imagen sin semejanza” (Deleuze, 1969, p.325-326). Véase, por ejemplo, el hombre que peca o el sofista; perversiones de la imagen que no tienen una pretensión fundamentada. De esta forma se constituye el mundo platónico, en la distinción entre copias y simulacros.
Los simulacros, por otro lado, son “Cómo los falsos pretendientes, construidos sobre una disimilitud, qué implica una perversión y una desviación esenciales. [ …] El simulacro es una imagen sin semejanza”
Las implicaciones de esta dialéctica culminan en varios modos, los cuales conforman, a su vez, uno solo. El primero es la organización social y política: Platón configura su filosofía para que se establezca una forma ordenada de establecimiento dentro del Estado. “Lo que Platón reprocha a la democracia ateniense es que todo el mundo pretenda cualquier cosa. De ahí su empresa de restaurar unos criterios de selección entre rivales.” (Deleuze, 1996, p.216). La segunda es la división dentro de los pretendientes a ser filósofos. “La rivalidad culminó con la del filósofo y el sofista que se arrancan los despojos del Antiguo sabio” (Deleuze y Guattari, 1991, p.15). Estas dos formas en donde se instaura la rivalidad platónica convergen en una aún más profunda, a saber, el modelo de lo Mismo y lo Semejante. Ante el devenir-loco del simulacro, la dialéctica imposibilita a éste el poder salir a la superficie. Nada sale del modelo de lo Mismo y lo Semejante (Ambos en relación con la Idea), la cual mantiene una relación de sujeción a la realidad, justificando el sentido en nombre de una “finalidad superior” (Deleuze, 1969, p.330)
El fin del platonismo en su voluntad de hacer triunfar los iconos sobre los simulacros es el siguiente: imponer un límite a este devenir, ordenarlo a lo Mismo, hacerlo Semejante, y por ello, en cuanto a la parte que permaneciera rebelde, rechazarla a lo más profundo posible, encerrarla en una caverna en el fondo del océano (Deleuze, 1969, p.328).
Una vez expuesto el platonismo como un sistema de rivalidad y pretensión de copias y simulacros ¿Como, entonces, se invierte el platonismo? Platón confiere a la Idea una cualidad Trascendente, es decir, fuera del sujeto, la cual somete la realidad manifiesta. El platonismo no se conforma con las leyes establecidas por los estatutos sociales, debido a que, como se observó anteriormente, los simulacros podían pretenderse a lo que sea; por esto crea una trascendencia dentro de la filosofía, que se inserta en lo más profundo del pensamiento. “(Platón) Tendrá que inventar una trascendencia que se ejerza y esté en el propio campo de inmanencia: ése es el sentido de la teoría de las Ideas” (Deleuze, 1996, p.). La trascendencia de la Idea funciona como algo externo, lo cual debe ser objetivo a alcanzar, medir y juzgar de acuerdo con ella. Se instaura algo verdadero fuera del sujeto; eso de fuera es la idea, que se muestra como lo Mismo y Semejante, y que es, a su vez, figura del pensamiento, es decir, que entendemos todo a partir de ella. Lo diferente se entiende a partir de lo semejante: si encontramos una diferencia, es porque no se parece a lo idéntico que concebimos. El platonismo se constituye así: una fuerza exterior que marca lo que es Igual. En cambio, lo que Deleuze sugiere es cambiar este orden, ver la semejanza a partir de la diferencia. “La primera define exactamente el mundo de las copias y de las representaciones; pone el mundo como icono. la segunda, contra la primera, Define el mundo de los simulacros.” (Deleuze, 1969, p.332). Al entender el mundo de esta forma, los simulacros ya no andan en las profundidades, excluidos de pretender, sino todo lo contrario, son afirmados y puestos en la superficie. “Invertir el platonismo significa entonces: Mostrar los simulacros, a firmar sus derechos entre los iconos o las copias” (Deleuze, 1969, p.332). Los simulacros esconden dentro de sí la diferencia, aquello que Platón con su dialéctica, a través de la Idea trascendente, pretende desaparecer. Deleuze afirma que la diferencia contiene la posibilidad de creación. “El simulacro no es una copia degradada, oculta una potencia positiva que niega original, copia, modelo y reproducción” (Deleuze, 1969, p.332). El simulacro instaura la diferencia, la expone y afirma (una diferencia latente en el mundo: caos); como consecuencia, lo Mismo y Semejante pasan ahora a ser simulados; ya no se miden las copias a partir de lo idéntico, sino que se mide lo idéntico a partir del simulacro.
Nietzsche entendía que el platonismo conformaba esta pretensión de aniquilar lo diferente, de colocarlo como falso en medio de las copias e ideas. La dialéctica de Platón propone una forma Trascendente, mientras que Deleuze, siguiendo a Nietzsche y Spinoza, trabaja en una Inmanencia: “Toda reacción contra el platonismo es un restablecimiento de la inmanencia en su extensión y en su pureza, que prohíbe el retorno de un trascendente. [...]La selección ya no se refiere a la pretensión, sino a la potencia.” (Deleuze, 1996, p.217). Esto quiere decir que el simulacro no se mide con algo que está fuera de él, en cambio, se mide desde sí mismo, afirmando su potencialidad como algo falso en relación con la idea, “de lo falso como potencia” (Deleuze, 1969, p.333). Es en lo falso, lo diferente, donde existe la posibilidad creadora; en la ruptura de lo Mismo aparecen nuevos lugares y espacios para filosofar o crear.
“Invertir el platonismo (trabajo de lo serio) es inclinarlo a tener más piedad por lo real, por el mundo y por el tiempo.” (Foucault, 1970, p.6). El platonismo propone una forma vertical del mundo, mientras que el simulacro lo coloca todo horizontal. La inversión del platonismo es una invitación a pensar aquello diferente, falso con respecto a los modelos y copias, a vivir de forma más artística. Pensar el simulacro es romper con las restricciones del filosofar dogmático, es escapar de lo negativo, es infundir un nuevo orden positivo. Ya el hombre no necesita ser copia de Dios, ya Sócrates no se distingue del sofista; se vive una vida de inmanencia en la cual se manifiesta la potencialidad viva del humano, sin pretensiones ni rivalidades se erigen nuevas posibilidades. Esta es la invitación de Deleuze, a pensar y hacer una vida en donde el simulacro constituye un camino en búsqueda de nuevas posibilidades de creación.
Porque hay una gran diferencia entre destruir para conservar y perpetuar el orden establecido de las representaciones, de los modelos y las copias, y destruir los modelos y las copias para instaurar el caos que crea, que hace marchar los simulacros y levantar un fantasma: la más inocente de todas las destrucciones, la del platonismo (Deleuze, 1969, p.337).
[1] Ver artículo “Experiencia y Fenomenología” para saber más.
Bibliografía:
- Foucault, M. (1970) Theatrum Philosophicum. Anagrama
- Deleuze, G. (1969) Lógica del Sentido. Seix Barral
- (1996) Crítica y Clínica. Anagrama
- Deleuze, G., Guattari, F. (1991) ¿Qué es la Filosofía? Anagrama
Giann Di Giuseppe (1999)
Estudiante tesista de Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana (UNIMET).
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