Hablar de la emergencia de la administración contemporánea me hace pensar en las ideas de Aristóteles en cuanto a usar la política y las decisiones gubernamentales como un medio para crear la “ciudad perfecta” y lograr la integración de todos los individuos en la comunidad. Una idea fundamental, pero muy distante de la actualidad.
Por: Crismary Álvarez
El mundo está cambiando a velocidades altas y todavía en Venezuela estamos debatiendo conceptos que están en desuso.
Las ciudades se han vuelto una especie de muerto viviente y sus deformaciones van más allá de lo obvio. La noche se ha transformado en un recodo para más desigualdad social y espacial. La ciudad ya no nos pertenece a todos; a pesar de que el derecho a la ciudad es un derecho humano de tercera generación surgido en la doctrina en los años 1980. Mientras en otras latitudes están preocupados por cómo enfrentar consecuencias del COVID, la recesión económica y la regulación del aditivo tecnológico, en Venezuela la mayoría sigue dispersa en la dinámica partidista de turno.
La administración está obligada a reconfigurar la pertinencia y coherencia de las políticas actuales para mejorar las relaciones sociales a fin de lograr la inclusión de las personas en la sociedad, ya que existen una dimensión de problemas urbanos que los estándares clásicos de derechos no abordan. El mundo vivió en el siglo XX procesos de expropiación y nacionalización de bienes, recursos naturales y grandes infraestructuras para salvaguardar el interés nacional o monopolizar. En el siglo XXI, los grandes dilemas de expropiación estarán en la información y millones de datos producidos.
En la nueva dinámica del mundo que está naciendo ya puede descontarse que las tendencias hacia la digitalización de la salud, la educación online, el mercado de trabajo electrónico, la automatización de las instituciones gubernamentales, la virtualización de
las actividades de planeamiento y ejecución autogestionadas desde la inteligencia artificial. En consideración de estas realidades nos surge la siguiente interrogante:
¿Cómo el Estado regulará el bien más importante del futuro: la información?
El futuro de las Ciudades Inteligentes está basado en datos y sostenibilidad.
Las ciudades inteligentes del futuro se planifican como grandes ecosistemas hiperconectados, llenos de sensores, dispositivos y software que recopilan y procesan una enorme cantidad de datos para facilitar servicios cada vez más avanzados, responder en tiempo real a las exigencias de los ciudadanos y administrar de forma racional y sostenible a las metrópolis de hoy y de mañana, lo que conlleva el desafío de erradicar la alfabetización y lograr la inclusión digital.
Debemos transformar la educación de mercancía en un bien accesible para los que quieren aprender y no pueden. Ya que la era de la digitalización que estamos transitando también requiere de una sociedad con conocimiento de este siglo; que entienda que la información que procede de personas, vehículos y edificios, en corto plazo, se transformarán en políticas de administración. Entendiendo, que esto implica un cambio en el modelo educativo, el sistema tradicional de la educación no sirve para enfrentar las nuevas realidades.
¿Por qué construir entonces, una sociedad del conocimiento como clave para acelerar nuestra recuperación con rapidez y calidad frente a la profunda desigualdad social que está aumentando a niveles alarmantes?
Para el desarrollo humano, social e intelectual se requiere de un Estado moderno de bienestar, donde las habilidades técnicas sean una política pública, para saltar la trampa de sueldos miserables que perpetúan la mentalidad de esclavos sofisticados. Como en el pasado, cuando el mundo salió de la edad media y entró en el periodo del Renacimiento y se comenzó a valorar la ciencia, la cultura y las artes. Hoy, enfrentamos un cambio similar de paradigma; así como se implementó la noción de que la razón conduce al conocimiento, en el presente, nos corresponde despertar al hecho de que la divisa del futuro es digital y que los datos personales del individuo son la materia prima del mañana porque son los que alimentan sistemas de IA y big data, de no comprender esta nueva forma de vida, pasara lo mismo que en los últimos cuatro siglos en cuanto a la transferencia de riqueza, materia prima y valor agregado.
Bajo la educación tradicional implementada por siglos, todos los estudios hacen esta
correlación entre:
¿Qué tantos títulos académicos tienen la gente de niveles de ingresos altos en
contrataste con los que tiene la gente de niveles socioeconómicos bajos?
La realidad es que la gente que tiene más nivel económico y más poder adquisitivo, también tiene más nivel académico, pero, no al revés. No significa que mientras más nivel académico tengas vas a obtener más riqueza, sino que a través de mayor riqueza y mayor estabilidad se dan las condiciones para que tener más títulos académicos y se le dedique más tiempo al desarrollo personal.
Nacer pobre o rico, son por lo menos, 20 años de desventaja para el primero.
No es que muy buena educación genera mucha riqueza, sino que tener un buen ingreso familiar y condiciones materiales en la ciudad (servicios de suministro de agua potable, electricidad, internet, gas doméstico, transporte, aseo, vialidad, espacios públicos, equipamiento urbano, seguridad y emergencia) generan las condiciones correctas para que una persona le saque el mejor provecho a cualquier proceso educativo.
El principal factor del éxito académico es el promedio de ingreso familiar, ejemplo; si un niño asiste a una buena escuela y tiene un buen método educativo, pero, fuera de la escuela el niño no tiene estabilidad financiera, estadísticamente, lo más probable es que ese niño se tendrá que cambiar de casa, empezará a trabajar temprano, sus papas no le pondrán suficiente atención, vivirá en zonas de riesgo, no podrá comprar materiales escolares, tendrá que ayudar en la casa. Todo eso afecta la capacidad de desarrollarse.
Mientras las gestiones gubernamentales más hacen inversiones en políticas sociales y no arreglan el problema de desigualdad, están desperdiciando la inversión, porque si la calidad de vida de la gente no mejora, no aprovechará la calidad de otras políticas públicas que pueda tener. Esta idea de los subsidios NO sirve de nada si el contexto externo sigue siendo tan mal y tan nefasto que imposibilita que los individuos se desarrollen de manera correcta.
La promesa de la meritocracia para el que pensaba que, entre más educación, tendría más éxito económico, se convirtió en deudocracia. La falsa promesa de la movilidad social con una mejor educación provocó masificación de la frustración. Hoy hay miles de profesionales en situación de calle, otros, en grandes casas, pero sin ingreso, extraviados de confianza en el provenir.
Capacitar a los ciudadanos en pymes, en ciencia de datos, inteligencia artificial, aprendizaje acelerado, software y en la enseñanza del inglés especializado es la alternativa que tenemos. La contingencia del COVID-19 evidenció la realidad social y la pasividad gubernamental, pero también demostró que el patriotismo y el nacionalismo del futuro no está en cerrar fronteras ni envolverse en banderas, sino en dotar como nunca, de competitividad, capacitación técnica y herramientas de habilidades digitales a los ciudadanos.
Crismary Álvarez (1999)
Abogado de libre ejercicio profesional en el área del Derecho Civil.
Un análisis desde las ciudades como un derecho humano del que la falta de equidad e igualdad suenan como un sueño para la movilidad social.
Excelente