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caracas crítica

Me corté con una palabra: Algunos apuntes sobre la relación entre los insultos y la identidad (II)

Actualizado: 19 may 2023

Por: Adalberto J. Tapia


Krippenfechte (1951), Edgar Ende.

Insulto, luego existo.


Los insultos suelen verse como un tema escatológico, pues forman parte de una especie de lista negra léxica, un tabú. Pero la forma en que se insulta y lo que se cataloga como malas palabras puede decir mucho de una sociedad, pues a veces no es lo que se dice sino lo que se prohíbe decir lo que exhibe mejor a una comunidad.


Los insultos pueden ser descritos “…como actos de habla que rompen el proceso comunicativo y que, por ende, tienden a ser evitados” (Martínez Lara, 2009, p. 60). No obstante, en la realidad social el insulto se hace presente, pues, aunque en lo ideal se enseña a que no se debe agredir verbalmente al “otro” “la ‘no-agresión al otro’ no es la norma absoluta en las interacciones” (Martínez Lara, 2009, p. 60).


En general hay que distinguir que existe una diferencia entre un insulto y una mala palabra, o llamadas también, groserías. Tanto el insulto como las malas palabras son actos de habla, pero su intencionalidad las diferencia, además de que un insulto puede o no ser una mala palabra. El primero


Más que una unidad absoluta en su codificación, el insulto manifiesta una pluralidad como aspiración de una genuina relatividad semántica. En otras palabras, no es el insulto una unidad léxica de inalterable lectura sino, al contrario, una que se amplifica en opciones conceptuales en la medida en que en su ejecución verbal intervienen fronteras contextuales (es decir, las intenciones textuales). (Pérez, 2005, pp. 9-10)


Esto quiere decir que el insulto puede ser cualquier palabra, pues es su carga semántica la que lo define como tal, es la intención de agredir al otro la que lo hace insulto, tal y como lo señala Pérez (2005) en la cita anterior, está mediado por el contexto de su uso.


La mala palabra por otro lado siempre es, no depende del contexto de uso, sino del contexto geográfico y cultural, pues una mala palabra puede no serlo en otro espacio. Pero dentro de un mismo espacio (lingüístico podríamos decir) las normas sociales estipulan que está bien decir y que no lo está, Gabriel Alejandro Hernández (2013) plantea que las malas palabras.


…al contrario del insulto, no involucra necesariamente un ataque a la imagen del destinatario, sino que se vincula más bien con aquello que el grupo considera tabú (…) con aquello que no puede ser proferido en ciertos contextos sin incurrir en una violación de las reglas sociales del grupo. (P.41)


Esto conduce a dos conceptos sumamente importantes, la cortesía y la descortesía. Estos son dos conceptos muy amplios, pero que deben ser abordados porque son cruciales para lo que se viene tratando. Acá hay varias teorías que se han posicionado como centrales, pero no se pretende hacer un repaso por cada una, sino presentar directamente una de ellas y luego una crítica necesaria.


La teoría de Brown y Levinson (1987) es una de las más abordadas en este campo, pero Brenes Peña (2007) señala que una hay disposición etnocéntrica en dicha teoría. Cabe decir que la propuesta de Brown y Levinson (1987) es de gran importancia y utilidad, por lo que se rescataran algunas cosas para este texto dentro de las propias palabras de Brenes Peña (2007).


La teoría de Brown y Levinson (1987) está fuertemente influenciada por la obra de Goffman. Estos autores “…defienden la universalidad de la cortesía verbal como estrategia reguladora del equilibrio interactivo. La finalidad de la cortesía sería, por tanto, evitar el conflicto interpersonal que puede surgir en todo intercambio verbal” (Brenes Peña, 2007, p. 201).


Para esta teoría en la interacción verbal, los hablantes se forman o definen en el proceso de la interacción. Aparece en escena el self y la face. El primero es la construcción social que cada individuo hace de sí mismo y que sería próximo a lo hablado más arriba sobre la identidad. Esta construcción se manifiesta a través de la face, que es la imagen o cara con la que cada sujeto se presenta en la interacción (Brenes Peña, 2007). De este modo “Durante el transcurso de toda actividad comunicativa se produce, por tanto, el fenómeno de la elaboración de la imagen (face work)” (Brenes Peña, 2007, p. 201).


Según Escandell (1993), la "imagen" o face en inglés, se refiere a la imagen pública que cada individuo busca mantener y proteger. Este concepto es fundamental en la teoría de Brown y Levinson, ya que todas las estrategias de cortesía se derivan del deseo de cada persona de preservar su imagen. En contraposición, los comportamientos descorteses podrían interpretarse como aquellos que amenazan la imagen del interlocutor.


La imagen se puede dividir en dos categorías nos explica Escandell (1993): la imagen positiva, que se refiere a aquellos elementos que hacen apreciables la imagen propia, y la imagen negativa, que no tiene una connotación negativa como su nombre podría sugerir. En realidad, se trata del "…deseo de tener libertad de acción, de no sufrir imposiciones por parte de los demás, de dominar el propio territorio" (p. 175).


El problema con estas propuestas, señala Brenes Peña (2007) es que buscan ser universalistas, cuando en antropología y en diciplinas allegadas se sabe, que no se puede, ni debe aplicar principios universales, o leyes universales a los elementos culturales. Para solventar esto Brenes Peña (2007) recurre a la teoría de Bravo (1999) que plantea una propuesta similar, pero abierta para que cada investigador la adapte a las particularidades culturales de cada sociedad.


Concretamente Brenes Peña (2007) plantea dos cosas relacionadas, lo primero es la necesitad de tratar a la (des)cortesía bajo parámetros descriptivos desde el estudio de los contextos socioculturales de cada grupo. A estos se les entiende como “…aquellos contextos específicos que abarcan comportamientos, actitudes y valores que son conocidos, aceptados y practicados en una comunidad de hablantes” (p. 202). La autora relaciona las características de estos contextos con los deseos de imagen de los hablantes que es la propuesta que presenta Bravos (1999), estas se incluyen en dos categorías generales, por un lado, la imagen de autonomía y por otro la imagen de afiliación (Brenes Peña, 2007).


Son estos deseos de imágenes donde puede establecerse una relación entre identidad e insultos, pero ya se verá. La imagen de autonomía se refiere al anhelo del individuo de percibirse y dejarse ver como un ser independiente, con características o en palabras de Brenes Peña (2007) “…con contorno propio dentro del grupo…” (p.202), la imagen de afiliación por su parte sería el deseo de ser percibido como integrante del grupo, o que en general se le reconozca “…por las características que lo identifican con su grupo” (Brenes Peña,2007, p. 202).


Al respecto y en relación a la propuesta teórica de Brown y Levinson la autora dice que:


Estas categorías, a diferencia de los conceptos de imagen negativa e imagen positiva de Brown y Levinson, no contienen descripciones específicas sobre la imagen ni sobre los comportamientos comunicativos que supuestamente cumplen esos deseos de imagen, sino que son categorías abiertas que permiten la incorporación de las características específicas que presenta cada comunidad cultural. (Brenes Peña,2007, p. 202).


Por tanto, podría decirse, siguiendo a la autora, que la (des)cortesía puede entenderse como universal y a la vez no, lo es porque se constata en todas las culturas (estudiadas) la existencia de comportamientos de cooperación lingüística y al menos un nivel de armonía entre los interlocutores. Por otra parte, no es universal porque las formas de presentarse, entenderse y de reaccionar a la (des)cortesía es particular de cada grupo cultural e incluso, de una interacción lingüística a otra (Brenes Peña, 2007).


Que la (des)cortesía se deba entender como un aspecto relativo es sumamente importante a nivel antropológico, pues para comprender el entretejido de relaciones sociales hay que ver en perspectiva los aspectos (des)corteses. Por las palabras de Brenes Peña (2007) se podría asociar a los insultos más que a una lengua en concreto a un dialecto particular, pero incluso cuando dice “…más específicamente, de una situación comunicativa concreta a otra” (Brenes Peña, 2007, p. 203). Se abre la posibilidad de entender que se pueden asociar los insultos a un nivel de la lengua más reducido como el jergal. Pero es que incluso por los ejemplos usados por la autora en su artículo se podría pensar en un nivel personal, o sea, idiolectal, solo que, en este caso en una especie de idiolecto compartido, conocido como ecolecto, un contrato lingüístico reducido donde se involucra un grupo de amigos que comparten y entienden un conjunto de bromas en común y por lo tanto el contexto de uso de ciertos insultos está sujeto a dicho contrato.


Está de esta manera estrechamente sujetado y transversalizado el insulto a todos los niveles de una lengua, desde el dialectal hasta el más atómico como el idiolectal. Donde el uso de los insultos más que intentar agredir o lastimar, o en ser descorteses en general, se usa como una anticortesía (Brenes Peña, 2007) como parte de la interacción de un grupo en específico al usar un vocabulario interno y al hacer referencias a los chistes y las anécdotas compartidas usando un lenguaje soez para demostrar familiaridad, estrechar sus lazos, enfatizar cosas, llamar la atención sobre algo o sobre sí mismo o manifestar sorpresa (Martínez Lara, 2009).


Según el contexto los insultos y malas palabras no son solo permitidos, sino hasta obligatorios para la integración con el grupo, pues usarlos traspasa una barrera de intimidad que solo se les permite cruzar a ciertas personas. De esta manera grandes insultos pueden volverse solo vocativos, como es en el caso venezolano la palabra “marico” que se trasforma en un vocativo coloquial entre amigos en el habla cotidiana, pero si es usada para tratar a un desconocido o persona ajena a la jerga puede asumirse como un insulto a la masculinidad o a la orientación sexual de la persona (Tapia, 2018), teniendo en cuenta que en Venezuela impera todavía en el imaginario colectivo (si es que existe, aunque eso es otro tema) un fuerte miedo al cuestionamiento de la masculinidad y de la heterosexualidad. Por lo que este trato solo se permite entre conocidos que comparte el mismo código jergal (Tapia, 2018).


De esta forma se puede ver que el insulto está estrechamente relacionado al deseo de imagen de afiliación que comentaba Brenes Peña (2007) ya que es usado para estrechar las relaciones entre interlocutores, pues al menos en nuestro contexto y en el presentado por la autora, se emplean con intención “…de mostrar la gran familiaridad y cercanía entre los miembros del grupo, así como el de constituir una imagen propia…” (Brenes Peña, 2007, p. 208).


En lo que si diferimos con Brenes Peña (2007) es que al centrar ella su estudio en un grupo de jóvenes entiende al insulto como un intento de trasgredir el lenguaje de los adultos y diferenciarse así de ellos y de los niños. Si bien, no se pone en duda de que el uso de los insultos aparezca como un acto de rebeldía juvenil, si debe señalarse que puede verse en el habla cotidiana de adultos jóvenes y mayores caraqueños el uso de insultos y malas palabras en contextos cotidianos, en reuniones entre amigos, en juegos de dominó, reuniones familiares y otras situaciones. Por lo que si el insulto aparece en la adolescencia como rebeldía se queda en la adultez como costumbre, como una parte más de la comunicación informal. Siendo siempre múltiples sus formas de uso e interpretación.


De igual modo se cree necesario cerrar reiterando al igual que hace Brenes Peña (2007) con su artículo, que los insultos y la (des)cortesía como elementos sociopragmáticos, deben ser entendidos en su contexto de uso en específico, e intentar, aunque es difícil, no llevarlo a conclusiones generales ni globales. Y de igual modo señalar, la relevancia de estas interacciones para el estudio de las formas de la identidad.




Referencias

Altez. Y. (2016) Hermenéutica y configuración histórica de la identidad cultural. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas. Época III, 22(44), 63-80. https://www.culturascontemporaneas.com/articulos.htm?revista=72


Biagini, H. E. (enero-febrero 1989). La identidad, un viejo problema visto desde el nuevo mundo, Nueva Sociedad, (99), 96-103. https://nuso.org/autor/hugo-e-biagini/


Brenes Peña, M. E. (2007). Los insultos entre los jóvenes: la agresividad verbal como arma para la creación de una identidad grupal. Interlingüística, (17), 200-210. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2316886


Escandell, M. (1993). Introducción a la pragmática. Barcelona, España: Editorial Anthropos; Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.


Hernández, G. A. (2013) Lenguaje, contexto y representaciones sociales: Una perspectiva Antropológica acerca del uso de `Malas Palabras´ en Jóvenes [Tesis de licenciatura, Universidad de Buenos Aires]. http://antropologia.filo.uba.ar/tesis-2011-2013


Mercado Maldonado, A. y Hernández Oliva, A. V. (2010). El proceso de construcción de la identidad colectiva, Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, (53), 229-251. https://convergencia.uaemex.mx/article/view/1150


Pérez, F. J. (2005). El Insulto En Venezuela. Venezuela. Caracas: Fundación Bigott.


Tapia, A. (29-31 de mayo de 2018). La Venezuela del improperio: una aproximación al estudio antropológico del insulto en Venezuela [Ponencia]. Jornada de Investigaciones Estudiantiles SapienZa de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Ciudad Universitaria de Caracas, Venezuela.


Tapia, A. (25-29 de noviembre de 2019). Nuestra manera de hablar: El dialecto como un elemento constitutivo de la identidad [Ponencia]. XII Jornadas de Investigación y I Jornadas de Extensión de la Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Ciudad Universitaria de Caracas, Venezuela.


Vergara Estévez, J. y Vergara del Solar, J. (2002). Cuatro tesis sobre la identidad cultural latinoamericana. Una reflexión sociológica, Revista de Ciencias Sociales, (12), 77-92. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=70801206


Ricoeur, P. (2006). Sí mismo como otro. México: siglo xxi editores.


Martínez Lara, J. A. (enero-junio, 2009). Los insultos y palabras tabúes en las interacciones juveniles. Un estudio sociopragmático funcional. Boletín de Lingüística, 21(31), 59-85. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=34711680003



 


Adalberto Tapia:

Tesista de la Escuela de Antropología - Universidad Central de Venezuela (UCV). Editor en Jefe de la Revista Estudiantil Venezolana de Antropología (REVA). Co-creador del canal de YouTube Efecto Cabra.

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