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caracas crítica

Ontología de la maldad: tesis sobre su lógica y su psicología

Actualizado: 6 may 2022

La maldad es una idea y realidad ominosa que persiste en el acaecer ontológico, subsumiendo las formas del actuar humano. Para comprender a qué estamos arrojados, presentamos la axiología de la maldad, su formalización a través de la aritmética y la maldad como instrumento.


Por: Edson Cáceres Zambrano


El ángel caído. Alexandre Cabanel . Francia, 1847

«Lo malo» en el conjunto del valer


Podría argumentarse que «lo malo», junto con todos los demás valores, no presenta una nota ontológica, puesto que los valores «no son»[1], carecen de ser, y por tanto, malo es aquello que alguien dice serlo desde sus propias disposiciones subjetivas, no siendo así para algún otro, cuya subjetividad se dispone de manera diferente.


En todas las categorías axiológicas se rastrea una lógica de fondo que es independiente de las significaciones e interpretaciones que las justifiquen, esto es, hay identidades ontológicas que son previas a dichas categorías, habilitándolas; la axiología participando de un sustrato óntico.


Por lo anterior se puede aseverar que los valores, incluido «lo malo», no pueden ser desplazados porque sean valores, esto es, no-seres, sino que deben ser visualizados como categorías que obedecen tanto a una forma entitativa subterránea como a una forma psicológica, esquematizables y formalizables desde su lógica específica. De esta manera, lo malo, lo maligno, la maldad, son la designación usada para describir un despliegue concreto del sistema óntico y psicológico en concreto.



Remorso de Judas. Almeida Júnior, 1880.

Individuo y estructura


La aritmética nos ayuda en la formalización de nuestras cuestiones: elemento es una unidad que pertenece a un conjunto, siendo constitutivo y constituyente del mismo; a su vez, «lo que es un conjunto con relación a sus elementos, es un elemento con relación a un conjunto superior» (Baldor, 1981, p. 14). Al partir de un elemento como unidad simple, ubicarlo en un conjunto que consta de otros elementos y hacer de ese conjunto un elemento o unidad compuesta de otro conjunto superior que consta de otros elementos compuestos, así ad infinitum, podemos establecer una estructura, la cual se puede definir como pluralidad de individuos mayores o menores entre sí.


Los elementos simples y/o compuestos funcionan a través de «concordancias, diferencias y oposiciones» (Spinoza, 2009, p. 165). La estructura no es inmóvil, ya que presenta leyes de transformaciones las cuales no trastornan su propia naturaleza como estructura. Al existir una lógica de choque[2] a través de la interacción opuesta de los individuos en la estructura, individuos más potentes se sobreponen a individuos menos potentes, suprimiéndose los impotentes que de una individualidad conjuntiva determinada de enésimas partes se separan en partes potentes menores, sobreviviendo las partes y no el todo.


El anonadamiento entitativo es imposible en el reciclaje estructural ontológico: se reitera la finitud en los múltiples avatares que asume la naturaleza de las partes de los entes. Un ente es lo que es por un tiempo indefinido no estando en su naturaleza la eternidad o el perpetuarse como ser, pero sí la tendencia o la perseverancia en el existir, hasta que sea destruido por otro ser con mayor potencia, no en términos absolutos sino en términos de composición.


Adán y Eva expulsados del Edén. Gustave Doré.

Cristalización de la maldad: idea de la perversidad


La maldad entonces, es una expresión de la separación compositiva en múltiples partes de un individuo, que en términos ético-morales implica «proairesis»: intención y actuación, acto elegido. La maldad se identifica con el polemos[3], la insistencia a catalizar la transformación natural del límite de la finitud, artificiando la rasgadura del ente, como ruptura total o parcial.


La perversidad así, se puede definir como el uso consciente de los instrumentos de la maldad, es decir, todo aquello que sirva para la separación entitativa, limitando el despliegue ontológico a través de la supresión, separando al individuo en sus múltiples partes. Malo es todo aquello que tenga la posibilidad de eliminarnos, perverso es la maldad direccionada o dirigida. Además, podríamos preguntarnos: ¿Cómo es posible dirigir la maldad, por qué existe el comportamiento perverso?


La ley del conato nos puede ayudar a responder lo anterior: «Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser» (Spinoza, 2009, 209). Éste «esfuerzo» o deseo de perseverar en la existencia, se entiende en dos sentidos: como auto-afirmación (nada dentro de la esencia de una cosa la niega, todo lo contrario, la afirma) y como contra-afirmación (en el encuentro entre dos cosas que se afirman, puede existir una negación: la existencia del uno anula la del otro[4]). La afirmación a su vez se interpreta como la insistencia en conservar la individualidad en sus propiedades constitutivas. Ante la posibilidad de ser anulado como ser, el individuo entra inevitablemente en la lógica de choque: o destruye o es destruido. La perversidad es vivida como un acontecer existencial.


En concordancia con lo anterior, vemos cómo existen motivaciones de orden psíquico que concluyen si no en la supresión de los seres, por lo menos en la represión o negación de ser relativa. El concepto de pasión triste spinozano ilustra lo anterior: «la tristeza es el paso del hombre de una mayor a una menor perfección» (Spinoza, 2009, 262), en donde la potencia de ser del hombre es disminuida o reprimida. De la tristeza se derivan las múltiples pasiones que implican negación: odio, repulsión, miedo, desesperación, insatisfacción, indignación, menosprecio, envidia, humildad, arrepentimiento, abyección, vergüenza, frustración, ira, venganza, temor, pusilanimidad y consternación. También no hay que olvidar la pasión estrictamente ontológica, que está en la base misma de la existencia, puesto que la niega radicalmente: la angustia. Por todo lo cual se concluye que la naturaleza del hombre incluye de suyo la idea de maldad y perversión.



Bibliografía


Baldor, A. (1981). Aritmética. Madrid: EDIME.

Spinoza, B. (2009). Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid: Tecnos.


[1] Sean las categorías axiológicas: económicas: útil, inútil, costo, beneficio; estéticas: bello, feo, sublime, ridículo; religiosas: sagrado, profano; éticas-morales: bueno, malo; psicológicas: placer, dolor; lógicas: verdadero, falso, válido, inválido; políticas: amigo, enemigo; jurídicas: mérito, castigo, legal, ilegal. Desde Nietzsche en La genealogía de la moral sabemos que las categorías axiológicas no son, están vaciadas de significado, puesto que su significante apunta a expresiones ontológicas que no son siempre las mismas entre sí: lo bueno para uno no necesariamente lo es para el otro, el delito en un sistema jurídico no necesariamente lo es en otro. E incluso, en las matemáticas, dependiendo del sistema a través del cual se analicen entes matemáticos, éstos tendrán un significado u otro: sea el ente “(1,2)”, en el sistema de los números naturales corresponden al subconjunto de la serie numérica natural que consta de dos elementos, 1 y 2 respectivamente, empero, en el sistema de coordenadas es el punto que se ubica entre el 1 de la coordenada de las abscisas y el 2 de la coordenada de las ordenadas, o “x” y “y”, respectivamente: lo que es válido en el sistema de números naturales no lo es en el sistema de coordenadas y viceversa.

[2] El axioma de la parte 4 de la Ética de Spinoza presenta éste occursus como: «En la naturaleza no se da ninguna cosa singular sin que se dé otra más potente y más fuerte. Dada una cosa cualquiera, se da otra más potente por la que aquélla puede ser destruida».

[3] Polemos: principio de desintegración, destrucción, separación.

[4] La célebre aseveración spinozana a manos de Hegel: «omnis determinatio negatio est».

La perversidad así, se puede definir como el uso consciente de los instrumentos de la maldad, es decir, todo aquello que sirva para la separación entitativa, limitando el despliegue ontológico a través de la supresión, separando al individuo en sus múltiples partes. Malo es todo aquello que tenga la posibilidad de eliminarnos, perverso es la maldad direccionada o dirigida. Además, podríamos preguntarnos: ¿Cómo es posible dirigir la maldad, por qué existe el comportamiento perverso?


 

Edson Aldair Cáceres Zambrano.



Estudiante de Educación mención matemáticas de la Universidad de Carabobo.

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