Mediante el uso de la ironía, Sócrates elabora una reflexión subjetiva que le permite encontrar la verdad en sí mismo, al tiempo que señala los problemas fundamentales de los valores tradicionales en su tiempo.
Por: Giann Di Giuseppe.
La realidad conocida, así como lo que se considera “normal” o “común”, se encuentra en constante cambio. Esta realidad se halla en un estado de metamorfosis donde las ideas que funcionan como base sólida para la estructuración de la vida cotidiana son puestas en juicio. Ante la aparición de nuevas problemáticas, la tradición ha fallado en encontrar soluciones eficientes, y de esta realización de que los valores han caducado es necesario cuestionar lo que se encuentra establecido para evolucionar. No obstante, este estado no es algo único que acontece a nuestro tiempo, ya ha pasado anteriormente, y su origen puede ser trazado. Quien dio génesis a esta constante transformación de la realidad fue Sócrates, el cual, mediante el uso de la ironía, trajo consigo un pensar subjetivo y reveló las antinomias de su tiempo.
Nos encontramos en un estado de metamorfosis en donde las ideas que sustentan la vida cotidiana se encuentran en riesgo y, como consecuencia, debemos cuestionar lo que somos para evolucionar.
Pero ¿Por qué Sócrates?
Para entender lo mejor posible el problema planteado y así mismo dar respuesta a esta pregunta formulada, es menester traer a colación a dos autores, a saber, el filósofo alemán Hegel (1770- 1831) y el filósofo danés Kierkegaard (1813-1855), los cuales presentan, a través de sus estudios sobre Sócrates y la ironía, las ideas necesarias para poder esclarecer la problemática.
Lo primero que debe ser dicho al respecto es que ambos consideran a Sócrates como el origen de la conciencia individual subjetiva. “A este punto había llegado la conciencia en Grecia, cuando surgió en Atenas la gran figura de Sócrates, en quien la subjetividad del pensamiento se pone de relieve de un modo mucho más claro y más profundo.” (Hegel,1995, p.39). Antes de Sócrates la filosofía se encontraba en lo natural, justamente en el estudio de la naturaleza y su origen. Sócrates, en cambio, no buscó el origen del mundo, al parecer no le interesaba mucho. Su búsqueda fundamental, lo que le hizo estar en la polis preguntando sin cesar de aquí para allá a todo aquel que se le cruzara y, en todos los casos, dejando en aporía a su interlocutor, fue para buscar la respuesta a una simple pregunta: ¿Qué significa ser humano?¡Conócete a ti mismo! pues sólo mediante la reflexión subjetiva, apartada del colectivo, el hombre es capaz de alcanzar la verdad que para él le es importante. No importa que exista una verdad objetiva si nuestra relación con ella está distorsionada. Sócrates buscó dentro de sí la pregunta por el sentido del humano, reflexionó y quiso encontrar la respuesta. Ante esa aventura, Sócrates se armó con una herramienta que, si se usa mal, es capaz de destruir todo a su paso, pero su uso correcto puede a su vez traer un nuevo mundo lleno de vida. Esta arma tan poderosa y peligrosa que llevaba Sócrates siempre consigo era la ironía.
El uso cotidiano de la palabra ironía hace referencia, en la mayoría de los casos, a situaciones contrarias a lo que se disponía. Un ejemplo del uso moderno de la ironía puede ser el siguiente: Imaginemos a un político que ofrece un discurso donde reduce el Covid-19 a una gripe sin importancia, mientras grita a todo pulmón en una sala donde ni él ni sus allegados poseen mascarillas, luego, a los pocos días del discurso se anuncia en todos los canales de noticias que tal político ha contraído el virus. ¡Qué irónico! Así se entiende la ironía en su forma cotidiana. No obstante, para Sócrates, la ironía era la puerta a la verdad, al descubrimiento de uno mismo como conciencia individual y detector de mentiras. Hegel (1995) desarrolla el uso de la ironia socratica como método:
Lo que con ello se propone Sócrates es, sencillamente, que los demás, al exponer sus principios, le den pie para ir desarrollando a la luz de cada tesis sentada por ellos la tesis contraria, como consecuencia implícita en aquélla o como una conclusión a que puede llegarse, partiendo de la propia conciencia y sin pronunciarse directamente contra la tesis en cuestión. […] Pero, como esta conclusión contraria está considerada por los hombres como un principio igualmente firme, los obliga a reconocer que incurren en contradicción.(p.53)
Lo que nos quiere hacer ver Sócrates, y luego Hegel complementa, es el uso de la ironía como un mecanismo de negatividad pura que trabaja dialécticamente en oposición a la positividad del interlocutor, pero sin llegar a una síntesis. Al hablar con cualquier ateniense, Sócrates utiliza la ironía para hacerlo caer en una aporía, en una contradicción que parte de los propios enunciados del interlocutor y, como resultado, dejarlo perplejo. Pero Sócrates no hacía esto por simple gusto personal, en cambio, él pudo ver algo que nadie más había visto, y, como profeta de un tiempo porvenir, tuvo que actuar y ser sacrificio para hacer ver a los otros lo decadente de su tiempo.
Al hablar con cualquier ateniense, Sócrates utiliza la ironía para hacerlo caer en una aporía, en una contradicción que parte de los propios enunciados del interlocutor y, como resultado, dejarlo perplejo.
Era común en la Grecia Antigua que las leyes y tradiciones se cumpliesen sin excepción. Para el hombre griego, la tradición, los valores y los dioses representaban la vida misma. No obstante, ¿Qué pasa cuando estos valores, tradiciones y dioses no nos permiten ver la verdad y lo bueno? A Sócrates esto le inquietaba, él necesitaba encontrar en sí mismo una respuesta que los griegos en ese tiempo creían poseer más no tenían. Sócrates supo esa dolorosa verdad, y quiso encontrar el bien desde dentro. Por esto él llevaba a las personas a un estado de aporía, para que desde ellas mismas naciera la reflexión y encontraran la verdad. “La filosofía tiene necesariamente que comenzar por provocar confusión en el espíritu, para llevarlo luego a la reflexión; hay que empezar dudando de todo, destruyendo todas las premisas, para obtener la verdad como algo creado por medio del concepto.” (Hegel,1995,p.59).
Ahora bien, ¿Qué tiene que ver todo esto con la realidad actual? Como hoy, así los griegos, aun sin saberlo, se encontraban en un estado de cambio. Sus valores, que representaban la corona de sus ciudadanos, se encontraban flotando en una tradición vacía, llena de suposiciones retoricas y contradictorias. Fue Sócrates quien se dio cuenta de esto, y su forma de actuar cambió la historia de occidente, dejando en evidencia que los valores y principios de su época carecían de objetividad y que ninguno de sus representantes sabía con exactitud lo que significaban.
Nos dice Kierkegaard, al igual que Hegel, que el advenimiento de Sócrates significó un cambio en la historia, “En la que la subjetividad impuso sus derechos por vez primera en la historia universal. Ahí lo tenemos a Sócrates…” (Kierkegaard, p.272) Más hoy en día no existe un Sócrates que deje en evidencia las contradicciones de los valores actuales. Sin embargo, Kierkegaard nos habla de un hombre irónico, el cual usa la ironía no “contra algo existente en particular, sino que toda la existencia se ha vuelto extraña para el sujeto irónico” (p.285). Este hombre tiene un papel peculiar, a saber, el de observar con claridad la crisis de su realidad; más ni él mismo sabe lo que puede ocurrir después. El hombre irónico viene, como Sócrates, a reemplazar su realidad actual. “(La) realidad debe ser desplazada por otra realidad, y esto debe suceder por medio de los individuos y de esa generación” (p.286) Pero este hombre debe servir como sacrificio a la nueva realidad, “En la medida en que es último, debe llegar a ser una víctima; en la medida en que es primero, debe prevalecer, es decir, prevalecer en tanto que llega a ser una víctima” (p. 286). Así este “individuo profético” da la noticia de una nueva realidad que se contradice con la realidad ya establecida, la cual ya no posee sentido. “Para el sujeto irónico, la realidad dada ha perdido completamente su validez, ha llegado a ser para él una forma imperfecta” (p. 286). El ironista aplica la ironía de forma infinita y absoluta, devorando la realidad decadente por completo y dejando todo en la nada.
El hombre irónico viene, como Sócrates, a reemplazar su realidad actual.
Todo esto nos lleva al presente, justamente al inicio de este artículo. Se tiene una realidad decadente donde los valores se encuentran en constante cambio, donde la verdad es una incógnita que flota en medio de opiniones y donde la tradición demuestra ser ineficiente para afrontar los problemas contemporáneos. No obstante, en la ironía vive la posibilidad de un cambio, de un nuevo nacimiento. Así nos dice Kierkegaard: “En la ironía, el sujeto es negativamente libre”(p.287). De esta forma el sujeto es libre de toda cadena que lo sigue atando a una realidad pasada. Sócrates fue el culpable en el sentido de que gracias a él pudimos entrar en el estadio de la subjetividad. En este nuevo estado de existencia, el hombre puede vivir de una forma auténtica. Ante la caída de la tradición, donde todo parece perdido, tal vez en la ironía podamos encontrar la manera de vivir de forma auténtica.
Referencias Bibliográficas.
- Hegel. (1995) Lecciones sobre la historia de la filosofía II. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica.
- Kierkegaard, S. (2000) Sobre el concepto de ironía. Madrid, España: Trotta
Giann Di Giuseppe (1999)
Actualmente es estudiante de Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana (UNIMET).
コメント