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EL HOMBRE-MASA Y EL DILUVIO DE LIKES

El hombre-masa actual experimenta la sensación de creer que el tener acceso ilimitado a información, es lo mismo que saber. 


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En 1930, José Ortega y Gasset publicó “La rebelión de las masas”, un ensayo que analiza el surgimiento del "hombre-masa" y su impacto en la cultura, la política y la sociedad europea de entreguerras. Casi un siglo después, su diagnóstico parece no solo vigente, sino profundamente esclarecedor para concebir las dinámicas sociales del siglo XXI. Vivimos en una época en la que las masas —ahora hiperconectadas, digitalizadas y globalizadas— ejercen una influencia sin precedentes en todos los ámbitos de la vida pública; pero ¿en qué sentido se ha actualizado la rebelión orteguiana? ¿Sigue siendo el hombre-masa un peligro para la civilización, o ha mutado en algo distinto?  


Ortega representaba al hombre-masa como aquel que, carente de auténtica excelencia o esfuerzo, se cree con derechos sin asumir obligaciones, y que impone sus gustos mediocres como norma social, con “deseos vitales, por tanto, de su persona, y la radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia (…) rasgo que componen la conocida psicología del niño mimado”. En esta época, este perfil se ha radicalizado con las redes sociales, donde cualquiera se puede establecer como juez de lo verdadero, lo bello o lo justo sin formación alguna.  


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La paradoja es evidente, jamás hubo tanta información disponible, y al mismo tiempo, tanta resistencia al conocimiento especializado. El hombre-masa contemporáneo desconfía de las élites intelectuales ("los expertos" son frecuentemente ridiculizados en discursos populistas), a pesar de  confiar ciegamente en “influencers” o algoritmos que refuerzan sus prejuicios; lo cual, nos hace pensar, que el sesgo de confirmación sigue echando raíz en la sociedad de hoy, sin temor ni mucho menos obstáculos, pues son los mismos integrantes de tan convulsa tribu los que alimentan su crecimiento, avivando la necesidad de formarse impresiones ajustadas al beneficio de quienes dirigen el flujo de la escueta cultura, sin importar que estas sean sesgadas e inexactas. Como señalaba Ortega, el hombre-masa no aspira a comprender; solo exige que su opinión —por superficial que sea— sea validada.

  

El filósofo español alertaba sobre cómo las masas, al rebelarse contra todo esfuerzo de jerarquía cultural, podían derivar en regímenes autoritarios que adulaban sus instintos más corrientes. En la actualidad, la política se ha convertido en un escenario donde la indignación emocional prevalece sobre el debate racional. Los movimientos populistas —tanto de izquierda como de derecha— operan bajo una lógica similar, simplificando aquellos problemas estructurales a través de la demonización del adversario y prometiendo soluciones inmediatas, instantáneas y sin costo alguno; lo que lleva a la demagogia, e irremediablemente al crecimiento de la estupidez entre los integrantes de la sociedad. 

 

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El hombre-masa político no quiere dialogar; quiere que su enojo sea legitimado, y las redes sociales se convierten en amplificadores de este fenómeno, cambiando la política en un entretenimiento de polarización, donde lo trascendental no es argumentar, sino movilizar afectos tribales. Ortega ya vislumbraba este riesgo cuando escribió: “La masa arrolla todo lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto”.


Otra manifestación actual de la rebelión de las masas es la llamada "cultura de la cancelación". Bajo la apariencia de justicia social, se condena y excluye a quien discrepe de ciertos dogmas imperantes, sin permitir réplica ni matices. Esto refleja la intolerancia orteguiana del hombre-masa, que no soporta lo que no encaja en su visión del mundo; haciendo una versión 2.0 de la inquisición medieval, o en su defecto, la construcción de un “nuevo” imperativo categórico.  


Ortega defendía que la civilización requiere esfuerzo, autocrítica y apertura al diálogo, no obstante, muchas discusiones públicas se resuelven con descalificaciones, ejemplo de ella podrían ser: "fascista", "woke", "retrógrado", en lugar de responder por medio de una premisa con una estructura lógica y sin contradicciones en su razonamiento. El hombre-masa digital no debate: silencia.  


Frente a este espectáculo, Ortega proponía la necesidad de minorías selectas (no por nacimiento, sino por mérito) que guiaran a la sociedad hacia estándares más elevados. Hoy, esto no significa imponer una élite autoritaria, sino fomentar una cultura del esfuerzo, la educación crítica y la responsabilidad cívica.  


En un mundo donde el algoritmo premia lo viral sobre lo valioso, urge rescatar la idea de que la democracia no es solo el gobierno de las mayorías, sino también la protección de las minorías excelentes (científicos, artistas, pensadores) que enriquecen la vida común. Como escribió Ortega y Gasset: "La vida humana, por su propia naturaleza, tiene que estar puesta a algo, a una empresa gloriosa o humilde". Sin ese horizonte de excelencia, la civilización se convierte en un mercado de opiniones vacías.  


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La rebelión de las masas sigue siendo un libro profético, porque captura una tentación eterna del ser humano, el de renunciar al atrevimiento de pensar por sí mismo y dejarse llevar por la corriente, transfigurándose en un individuo de presencia pero sin reflexión, sin pensamiento crítico, sin el ejercicio natural que ofrece la complejidad de establecer una perspectiva propia de lo que hace de las circunstancias el entorno de nuestra convivencia consigo mismo y el prójimo. Sin embargo, la solución no está en demonizar al "pueblo" llano, sino en reconstruir instituciones —educativas, políticas, culturales— que promuevan el mérito, el diálogo y la genuina libertad, aquella que fue adormecida, dando lugar a la pereza intelectual.  


Urge, pues el rescatar la auténtica cultura, la que no acumula datos, sino discierne con autonomía; y como termina Ortega y Gasset  su ensayo, llevándonos a la introversión a través de una advertencia: "Todo lo que sea auténtica vida es unión de disciplina y aventura". Un grito silencioso hacia la necesidad de un espíritu crítico y sin la manipulación de las masas. 

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Luis José Natera Tibari


Maestrando en Filosofía - UCAB Guayana

 
 
 

1 comentario


Excelente artículo!

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